XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (B)
La
presencia de Dios en nuestras vidas debe cambiarnos, debe soltar nuestras 'mudeces'
y abrir nuestras sorderas, debe darnos fortaleza y espantar nuestros miedos,
debe clarear nuestras ceguera, reparar nuestros miembros tullidos... debe
hacernos como agua en el desierto, que donde lleguemos seamos transformadores
para mejor.
Debe
cambiar nuestras vidas, arreglarnos, mejorarnos.
Aceptar
a Dios en nuestras vidas es comenzar a hacer presente a Dios en las vidas de
los otros, a ser mediadores, sus intermediarios.
Dios ha elegido lo pobre del
mundo, lo que no vale, lo
falto, lo necesitado,... a nosotros..., para hacernos ricos, herederos, mensajeros.
En
nuestra pobreza y necesidad, por nuestra pobreza y necesidad, postramos el
poder de Dios, pues si no es por Él por nuestras fuerzas poco podemos hacer.
Dios, como un día en María, la joven de Nazaret, hace obras grandes siembre que
demos nuestro "SÍ".
«Effetá», "ábrete". Media docena de veces los evangelios
citan palabras en arameo, la lengua de Jesús, se supone que palabras dichas
realmente por Jesús en el momento narrado.
«Effetá», "ábrete". Ser sordomudo es una forma de vivir
aislado. Hoy hay muchos aislados y pocos sordomudos; muchos auto-incomunicados
que pueden oír y hablar perfectamente pero prefieren vivir "su vida"
sin comunicar ni comunicarse, buscando siempre la razón de sus males en los
otros. «Effetá», "ábrete".
Rebusca en tu interior. «Effetá»,
"ábrete". Deja que el Señor te sane. «Effetá», "ábrete".
Ábrete el Señor, deja que actúe
en ti y su riqueza te desbordará... y serás palabra para el mudo, melodía para
el sordo, fortaleza para el tullido, alegría para el triste, fuerza para el
cansado, fe para el que duda, apoyo para el que tropieza... Dios no nos obliga
a entrar el su juego, sólo si nosotros queremos podremos hacer sus obras.
Fr. J.L.
Isaías 35, 4-7a
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor
Carta de Santiago 2, 1-5
Marcos 7, 31-37
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor
Carta de Santiago 2, 1-5
Marcos 7, 31-37
Jesús cura a un sordomudo (1635). Bartholomeus Breenbergh
Museo del Louvre (París)