sábado, 24 de febrero de 2018

Escucha

II Domingo de Cuaresma (B)


Dos montañas aparecen en las lecturas de hoy; más de 50 montes o montañas aparecen con nombre propio en el Antiguo Testamento. Unas cuantas aparecen también en los Evangelios y en el libro del Apocalipsis, de ellas sólo tres tienen nombre propio: el monte Tabor, el de los Olivos y el Calvario. Todas son un lugar elevado donde se siente cerca a Dios, donde se le escucha y incluso se le habla, dónde se le ofrecen sacrificios y ofrendas, donde hace promesas y entrega sus mandatos.
Los montes y montañas siempre han estado vinculados a esa cercanía de Dios. Incluso muchos monasterios están situados en altos o lo llevan en su nombre... Monte Athos, Monte Casino, Mont San Bernard, Montesión, Mont de Cats...
Incluso nuestro altar, el término altar, trae una idea similar, por definición: plataforma elevada donde se ofrece el sacrificio, la montaña dentro del templo, el lugar de intercambio con Dios.
Dos montañas y dos Palabras de Dios.
Dios llama a Abrahán y dos veces responde con la misma respuesta, Aquí me tienes. Actitud de escucha, repuesta pronta, disponibilidad total. Lo narrado en el texto nos puede resultar hasta cruel, ¿qué padre es capaz de sacrificar a su hijo? No nos habla de la actitud de Isaac, sí en la parte omitida de sus dudas sobre lo que iban a hacer, pero con todo Isaac confía en su padre Abrahán, que a su vez confía plenamente en Dios.
En el Evangelio Dios se manifiesta en una montaña alta, montaña sin nombre en el evangelio de Marcos. Montaña para encontrarse, para escuchar, para aprender, para purificar nuestros ojos y todo lo que ven.
Escuchar la Palabra, como Abrahán, como los apóstoles, escuchar la voz del Padre, algo muy evangélico, muy monástico, muy cuaresmal.
Subir a la montaña y contemplar, y gozar de la visión de Dios en todo su esplendor y escuchar su palabra y llenarnos de ella, y hasta palpar la tentación de querer quedarnos en eso, sólo en eso... qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas...
Subir a la montaña y escuchar la Palabra del Señor, recibir y no estancarse, bajar y vivir la palabra recibida.
Subir y bajar para compartir su Palabra, para irradiar entre los demás la gloria de Cristo, al mismo Cristo en nosotros, entre nosotros: Lo bien que se está aquí y lo bueno que es el Señor.
Subir y bajar para que se cumpla la revelación; por esto a su lado aparecen transfigurados Moisés y Elías, que representan la Ley de los profetas, significando que todo termina y comienza en Jesús, en su pasión y su gloria.
La cuaresma es nuestro tiempo, nuestra oportunidad de subir a alguna montaña espiritual, de buscar un momento para leer la Palabra, para escuchar al Señor... para encontrarnos en el silencio.
Nuestro tiempo para caminar hacia la Pascua.

Génesis 22,1-2. 9-13. 15-18
Salmo 115 R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Carta a los Romanos 8, 31b-34
San Marcos 9, 2-10

Feliz Domingo
Fr. J.L.

Trasfigurazione di Cristo (1480-1485). Giovanni Bellini
Museo de Capodimonte (Nápoles)