domingo, 14 de mayo de 2017

Tres en uno

V Domingo de Pascua (A)


El Evangelio de este domingo, se encuentra dentro del discurso de Jesús a sus apóstoles en la última cena. Lo hemos leído y escuchado muchas veces y, a menudo, parece que no nos creemos lo que aquí nos dice Jesús. Nosotros pensamos de otra manera, el Dios que nosotros nos hacemos suele ser un Dios justiciero, terrible, amenazante... y ese no es el Dios del que habla Jesús. Como al apóstol Felipe hoy nos podría preguntar a nosotros: ¿no crees que yo estoy en el Padre y el padre en mí? En Cristo de ha unido lo divino y lo humano, dos naturalezas que cantamos en una antífona en el tiempo de Navidad. 

En las obras de Jesús vemos las obras de Dios Padre, en las palabras de Jesús oímos las palabras de Dios Padre, en sus preferencias, encontramos las mismas que las de su Padre Dios. Lo mismo que los cristianos deberíamos hacer las obras, decir las palabras y vivir las preferencias de Dios. Y a nuestros hermanos ver, oír y sentir con la mirada, la escucha y el tacto de Dios.

Es más fácil pensar, y casi que preferimos, tener un Dios lejos, en lo alto de la bóveda celeste, rodeado de ángeles y dispuesto a ser adorado entre fumatas de incienso que encontrarnos con su mirada frente a frente. Se teme, asusta, un Dios cercano, humanado, palpable, visible y oíble, al que se puede seguir y vivir su vida. Adorar en la distancia es más fácil que seguir sus pasos. Seguimiento supone continuidad, no momentos esporádicos. Seguir a Jesús, seguir al Dios de Jesús, parafraseando el libro del Deuteronomio en el trabajo y el descanso, en la calle, en casa y en el tempo, en las alegrías y en las penas. Seguir a Jesús supone estar en perfecta conexión, en adoración continua.

Jesús es la piedra angular, la piedra sobre la que se construye con fundamento, el cimiento fiable. También vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual... Quien sigue a Cristo, como Él, debe ser fundamento para los otros, ejemplo, ayuda, esperanza y alegría, piedra angular pero también: piedra de choque y roca de estrellarse. El cristiano, como otro Cristo, será siempre discutido, valorado de forma dispar, amado, odiado y temido. Entendido por quien entienda y ame a Cristo.

Esta semana hemos celebrado el Aniversario de la Dedicación de esta Iglesia (es el día 7, pero se traslado al lunes 8 por coincidir con domingo de pascua) casi todos los años se nos recuerda un texto de San Bernardo que hablando de los muros de la iglesia de Claraval dice: Nadie se atreve a negar la santidad de estos muros... Es verdad que llamamos santas a estas paredes y lo son por la consagración de los obispos, la lectura habitual de las Escrituras, las asiduas oraciones, las reliquias de los santos y la visita de los ángeles... La casa se santifica por los cuerpos, éstos por el alma y el alma por el Espíritu que habita en ella. (San Bernardo. Sermón IV en la Dedicación de la Iglesia) Piedras, sí, pero piedras llenas de vida por un alma llena del Espíritu de Dios.

Unidos a Dios, creer en el Dios, llenos del Dios de Jesús.

Cristo para nosotros Camino, Verdad y Vida. Es difícil aplicar estos tres nominativos a Cristo sin combinarlos entre ellos: Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. Él es la verdad, es decir, soy lo que tiene que ser, la esencia del Dios del Antiguo Testamento, del Yo soy el que soy. Él es la Vida, es decir, lo esencial de nuestro ser está en función de hacer su voluntad.

Siempre en Cristo, Camino de Verdad que nos lleva a la Vida.

Gozosa Pascua.

Feliz Domingo.

Hechos de los Apóstoles 6, 1-7
Salmo 32 R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Primera Carta de San Pedro 2, 4-9
San Juan 14, 1-12

Fr. J.L.

Jesús y los discípulos (1308-1311). Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. Museo dell'Opera del Duomo. Siena (IT)