domingo, 24 de septiembre de 2017

¿Envidia sana?

XXV Domingo del Tiempo Ordinario (A)


¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno? Esta es la penúltima frase del Evangelio que hemos escuchado y puede ser resumen y planteamiento de nuestras vidas.
A menudo hemos dicho lo poco que sabemos de Dios, hemos repetido que las lógicas de Dios no suelen coincidir con las nuestras.
El Evangelio de hoy es una de esas claras situaciones de difícil explicación. Ilógico por parte del empleador e injusto desde la situación del empleado. En nuestras cabezas, si uno trabaja cinco cobra por cinco, y si trabaja tres cobrará por tres, ¿no? eso es lo lógico. Pero Dios, el empleador de nuestra parábola, acuerda un buen jornal para los contratados en las primeras horas, a los contratados después les promete lo que es debido y así a los que se fueron sumando a la tarea en la viña. Comenzamos con un empleador justo -a los ojos de los hombres- que termina siendo misericordioso -desde el corazón de Dios-, pasando por una gran acogida, en el evangelio a cualquier hora, y quizás podríamos pensar que de cualquier religión, cultura, estrato y condición social, lugar...
Tres actitudes que no estaría mal incluir en nuestra rutina diaria: justicia, acogida, misericordia.
Justicia... falta nos hace. No hace muchos días, a mediados de este mes de septiembre, saltaba a la prensa la pésima noticia (noticia al parecer mucho menos importante que la cuestión catalana) de que después de 10 años en que la cifra iba descendiendo, ha aumentado la cantidad de población mundial que no ha tenido acceso a una alimentación adecuada, unos 38 millones de personas más que el año anterior. Un total de 815 millones de personas -mas del 10% de la población mundial- no tienen una alimentación mínima. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) hecha la culpa a la proliferación de las guerras y el cambio climático.
La injusticia del hambre, la injusticia de la guerra, la injusticia del mal uso de la tierra y de todos los bienes que nos regala y despilfarramos sin miramiento. La injusticia del trabajo deshumanizador, exprimidor y/o mal pagado. La injusticia de las desigualdades de los que son iguales a los ojos de Dios...  Porque una injusticia siempre va de la mano de otras injusticias. Injusticias que empeoran la vida de todos y nos separan de Dios. Porque la justicia da dignidad a la persona.
Acogida... Llevamos muchos años oyendo hablar intermitentemente de los refugiados. 65,6 Millones de personas se encontraban desplazadas a finales de 2016 según ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) entre guerras, hambrunas, persecución religiosa...; discriminación por mil razones que fácilmente podríamos justificar con nuestros planes y nuestros caminos. Tampoco tenemos que mirar muy lejos, en nuestro entorno podemos fácilmente encontrar excluidos, faltos de compañía, de amistad, de una palabra amable, de acogida en todos sus colores.
Acoger como acogía Jesús, sin mirar al qué dirán o cómo nos juzgarán, si viene de aquí o de allá, sin pensar si es de los nuestros o de los otros. La vida monástica sabe bastante de acogida, San Benito en la "Regla de los Monjes" dedica el capítulo 53 a la acogida, donde nos recuerda que los monjes pongan el máximo cuidado y atención en recibir a pobres y extranjeros, porque de modo especial en ellos se recibe a Cristo. Pues el respeto que imponen los ricos ya obliga a honrarles. Acoger siempre con un corazón grande como el corazón de Dios, donde todos tenemos sitio.
Misericordia... Qué decir que no se haya dicho ya en el tan sonado "Año de la Misericordia" convocado por el Papa Francisco entre 2015 y 2016. Misericordia es el único ingrediente que se repite en toda obra de Dios, que está en todos sus platos, porque Dios es Misericordia.
La Misericordia en nuestras vidas es los que nos debe hacer llevar una vida digna del Evangelio de Cristo, Siendo Cristo misericordioso para los otros en nuestro obrar y nuestro hablar, en nuestro sentir y nuestro amar.
Justicia, acogida, misericordia.
Y seamos envidiosos de todo lo bueno que hacen los demás; seamos envidiosos de lo bueno que es el reflejo de Dios en los otros; seamos envidiosos de Dios -que es bueno y es eterna su misericordia- lo mismo que queremos y quisiéramos ser como aquellos que nos aman.


Isaías 55, 6-9
Salmo 144            R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
San Pablo a los Filipenses 1, 20c-24. 27a
San Mateo 20, 1-16
Fr. J.L. 


Vendimia en la Ribera del Duero (1979). José Vela Zanetti
Colección Museo de Torrelaguna (Madrid)