sábado, 2 de enero de 2021

La PALABRA se encarno en silencio

 II Domingo de Navidad 

 

 

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12

Salmo 147            R/. El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros.

Carta a los Efesios 1, 3-6. 15-18

Juan 1, 1-18

 

 

En este Domingo, II domingo de Navidad, volvemos a escuchar el texto del prólogo del Evangelio de san Juan, Evangelio que ya escuchamos el día de Navidad y, si sois de Eucaristía cotidiana, también el día 30, tres veces en menos de 10 días… Texto del Evangelio que se colocaba sobre el altar, en la parte derecha, y se recitaba diariamente al final de la celebración eucarística en la misa en latín hasta el concilio.

 

¿Por qué esta reiteración? Quizás sea este Evangelio el mayor resumen de nuestra fe y probablemente la frase Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros el resumen del resumen. Frase que muchos creyentes rezan habitualmente en el ángelus, frase que los monjes repetimos como norma tres veces al día, frase que llena de teología nos presenta un Dios rebajado hasta lo pequeño, lo indefenso, lo siempre necesitado.

 

Y la suerte para nosotros es que esta frase tiene doble recorrido: Cristo se hace hombre para que el hombre pueda hacerse Dios, como recuerdan muchos Padres de la Iglesia, y solo citaré a santo Tomas: El Hijo unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera Dioses a los hombres.

 

El Verbo se encarnó para que así todos conociéramos el amor de Dios: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él. (1 Jn 14,6) Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Jn 3,16)

 

El Verbo se encarnó para ser guía en nuestro caminar: Yo soy el camino, la verdad y la vía. Nadie va al Padre sino por mí. (Jn 14,6)

 

El Verbo se encarnó para hacernos hijos de Dios como dice san Pedro en su segunda carta. (1,4)

 

Dios, en el Génesis, en el principio, iba nombrando y creando las cosas, por el poder de su Palabra. Esa misma Palabra, ahora camina entre nosotros. Dios nace y nos renace. De alguna manera al nacer en el mundo, al hacerse uno de notros, se hace nosotros... si le recibimos. Y si la Palabra de Dios nos llena, nos empapa, nosotros no podremos dejar de ser su reflejo, su impronta, su nueva creación. Hoy, hay muchas palabras (con minúsculas), demasiados charlatanes vendedores de aire; palabras vacías que no pueden llenar nada, que no sacian, ni aportan, ni transforman, que no dan sentido ni hacen crecer, que no tienen poder creador ni salvador. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único..., lleno de gracia y de verdad.

 

La Palabra se encarna en el tiempo y en nosotros, por eso se hace denuncia, anuncio, predicación, Buena Noticia. Quizás debamos decir menos palabras y ser más Palabra. Hoy se nos invita a ser Palabra de Vida, a ser Palabra que ilumina, a ser Palabra que engendra vida, a ser Misericordia para todos.

 

El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros.

 

Navidad es Dios haciéndose ser humano.

Un Pequeño que nos hace grandes,

  una Debilidad que nos hace fuertes,

  un Misterio que da sentido a la vida.

Por eso deseamos Paz, Felicidad, Luz...

  porque Dios nos ama.

Os deseo de corazón un feliz encuentro con el Nacido.

Feliz NAVIDAD a todos.

 

 

fr. jl