martes, 25 de julio de 2017

Andarnos con Santiago

25 de julio de 2017


Celebrar al apóstol Santiago nos lleva a la primera hora del anuncio de la buena nueva de Jesús; a la llamada de los primeros discípulos; al misterio de la vida que devuelve Cristo a la hija de Jairo; al qué bien se está aquí de la transfiguración de Jesús en consonancia con la Ley y los Profetas personificados en Moisés y Elías; al rincón más amargo del huerto de los olivos; al encuentro comunitario con el Resucitado estando los discípulos encerrados por miedo; a ser el primero en derramar su sangre por el Maestro y por su Iglesia.

Y esto digamos que es "lo bonito", pero también en el evangelio encontramos un par de borrones en el curriculum de nuestro Apóstol: la impetuosidad de los hermanos santiago y Juan que proponen arrasar la ciudad poco acogedora con fuego del cielo y el evangelio que hemos escuchado. La madre de Santiago y Juan busca la prosperidad de sus hijos en el Reino de Jesús... y les/nos dice el Maestro: El que quiera ser grande, que sea el servidor; y el que quiera ser el primero, que sea el último de todos. Un programa diametralmente opuesto a nuestros humanos intereses, a lo que nos pide el cuerpo. ¿Quién no apetece poder, ansia de protagonismo, de figurar... en un mundo, competitivo, exhibicionista y ambicioso?

Santiago también pasó por ahí, el deseo de grandeza y gloria, de aspirar a los primeros puestos, de que los demás nos extiendan la alfombra por donde vamos a pasar... Jesús va a corregir inmediatamente y con contundencia este desvío de las proposiciones de sus discípulos: por ahí no se va bien, ese no es el camino. Y les habla de beber el cáliz de la pasión, como él también lo hará primero.

Probablemente Santiago, como en su momento Pedro, no entendió el alcance de las palabras de Jesús, aunque, también como Pedro, lo entendería más tarde, confiado en la fuerza de Dios y no en las propias ya que este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro.

Celebrar a Santiago nos lleva a su camino, al camino de Santiago. A la peregrinación de nuestras vidas que, sí o sí, debemos hacer con o sin caminata física. Hace 23 días, el pasado día 2, domingo, arrancaba desde aquí su peregrinación un joven, camino de Santiago. Ayer, lunes 24, abrazó al Apóstol. Casi a diario me ha enviado una foto o un comentario, empezó por cosas curiosas, físicas, artísticas, externas y ha terminado con lágrimas y movimientos del alma. Cuando me mandó la foto de su compostelana en latín, le contesté: desde ahora serás Carolus (Carlos en latín) Su caminar, como el de otros muchos, no ha sido un simple ejercicio físico, un gastar zapatillas, un ser un poco más guarrete que otros días... 

Peregrinar a Santiago es desandarse por dentro, un caminar interior, un perderse para encontrarse, un vaciarse para llenarse, un aprender apre-endiendo. Como Jesús que cambiaba el nombre de algunos de sus elegidos y con el cambio de nombre daba un nuevo rumbo a sus vidas... así debe ser el peregrinar hacia Santiago. Desde ahora serás Carolus. Carlos volverá a su casa y a su vida familiar y laboral en Madrid, pero su vivir será distinto pues se ve por dentro de otra manera.

Celebrara a Santiago nos hace revisarnos por dentro; desandar nuestra vida hasta desnudar nuestra alma; confrontar nuestra fe con la Palabra Evangélica por él vivida y predicada; preguntarnos qué puestos buscamos y de qué artimañas nos valemos para alcanzarlos; descubrir en nuestro interior si somos capaces -como los apóstoles- de beber el cáliz del Señor.
Santiago el peregrino, Santiago el caballero, Santiago el impetuoso apóstol.
Santiago, patrono de España, intercede por nosotros.

Hechos de los Apóstoles 4,33;5,12.27-33;12,2
Salmo 66              R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
A los Corintios 4, 7-15
San Mateo 20, 20-28

Fr. J.L. 

St. James the Greater (1618/1623). Guido Reni
Museo del Prado (Madrid)

domingo, 23 de julio de 2017

Un Reino desde lo pequeño

XVI Domingo del Tiempo Ordinario (A)

 

Tres parábolas nos presenta el evangelio de este domingo. Tres parábolas y dos temas.
El Reino de los cielos se parece a un campo plantado de buen trigo donde también aparece la cizaña... 
Estamos en tiempo de cosechar, aquí llevamos desde el lunes escuchando las cosechadoras; pero a parte del cómo y cuándo recoger lo sembrado esta parábola nos plantea un dilema existencial, una realidad de eterna actualidad: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, la justicia y la injusticia... dos realidades en los platillos de balanza, dos direcciones opuestas por las que poder dirigir nuestra vida.
Dos caminos y una actitud humana: ¿quién puede juzgar entre lo uno y lo otro?, ¿con qué criterio hacemos ese juicio? Nos puede invadir un santo celo, como a los criados de la parábola y lanzarnos a quitar lo malo -o lo que nosotros consideramos malo- estropeando no poco de lo bueno; si esta actitud la revestimos de religiosidad tenemos delante los fundamentalismos, los radicalismos religiosos e ideológicos. Es la reproducción de la tentación de Adán y Eva en el paraíso: poder decidir sobre el bien y el mal, marcar la línea que lo separa y hacer limpia de lo malo, ocupando así el puesto de Dios.
Dos caminos y la actitud de Dios: Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los jornaleros... La paciencia de Dios y el juicio de Dios se parecen poco a los nuestros. Resonaba en la primera lectura como el juicio de Dios está enmarcado en moderación, lleno de paciencia y gran indulgencia: Dejadlos crecer juntos... El poder de Dios sólo se puede entender desde su gran misericordia, su indulgencia y su perdón. Este es el camino a seguir por los creyentes desde una confianza humilde, por eso: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. (2ª lectura)
Las otras dos parábolas, la de la levadura y la del grano de mostaza nos hablan también del Reino: El Reino de los cielos se parece... poca cosa, cosas pequeñas, que producen mucho, que dejan huella, que cuando está se nota discretamente y se echa mucho en falta si está ausente... El Reino de los cielos se parece... Dios se vale de lo pequeño, de lo débil, de personas, de acontecimientos, a veces de silencios y otras de palabras, de ausencias... para hacerse cercano, para construir su reino, para sembrar en nosotros y en el mundo su semilla del Reino.
Todos somos parte de este Reino, constructores de este Reino. Aunque nos creamos "poca cosa" en manos de Dios, siempre y todos, somos útiles, grandes y perfectas herramientas. El Reino de Dios se va construyendo cada día, lo vamos haciendo cada uno de nosotros, cada día, si nos dejamos ser herramientas, semilla, levadura... en manos del Dios. Él se encargara de modelar o tallar, de sembrar y cosechar, de amasar y hornear...
El bien y el mal conviven juntos, es así desde el principio de los tiempos; y a pesar de ello Dios cuida de todo, Obrando así, enseñaste a tu pueblo (decía la 1ª lectura) que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
El Reino de los cielos se parece... construyamos el Reino.

Feliz Domingo

Sabiduría 12, 13. 16-19
Salmo 85 R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente

A los Romanos 8, 26-17
San Mateo 13, 24-43

Fr. J.L.


Parábola del trigo y la cizaña (1624). Abraham Bloemaert
Walters Art Museum (Baltimore EEUU)