sábado, 30 de enero de 2016

Marionetas que se dejan hacer

IV Domingo del Tiempo Ordinario (C)


El Evangelio de hoy es continuación de el del domingo pasado, Jesús se presenta en su pueblo, donde ya es conocido de oídas por sus hechos milagrosos, y donde esperan que deje una buena colección de ellos... pero no. Que Jesús actúe entre ellos no es cuestión de derechos sino de fe. Que Jesús actúe entre nosotros depende de lo mismo, cuestión de fe; a Dios no se le compra ni con rezos, ni limosnas, ni... derechos que nos creamos adquiridos.

El amor es lo más grande, el lo único que quedará. Es lo que da consistencia a todo, la esencia de todo otro ministerio. Buscar amor y dar amor. Pero ojo: El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin limites, cree sin limites, espera sin limites, aguanta sin límites. O nuestro amor es así o lo que buscamos y damos es otra cosa. Como los milagros de Jesús el amor nunca puede ser producto del chantaje. Y cuando nuestro amor sea limpio, sea puro, entonces veremos cara a cara... entonces podré conocer como Dios me conoce... quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Cuando el Señor elige da la fuerza y la valentía necesaria para la misión encomendada, nos dice la primera lectura en la elección de Jeremías. Donde yo te mande irás. A veces incluso frente a lo establecido oficialmente: frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte. La fuerza del Señor desborda siempre, el elegido es marioneta en sus manos, se deja hacer por Él. Sólo así se puede amar de verdad, sólo así se pueden hacer milagros, sólo así se puede luchar contra el mundo y salir vencedor.  

Fr. J.L.

Jeremías 1, 4-5. 17-19
Salmo 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 17 R/Mi boca contará tu salvación, Señor
Primera carta a los Corintiios 12, 31-13, 13
San Lucas 4, 21-30


La disputa con los doctores en el templo (~1560). Paolo Veronese
Museo Nacional del Prado (Madrid)

sábado, 23 de enero de 2016

En Dios no sobra nadie

III Domingo del Tiempo Ordinario (C)

  
En Cristo se cumple la profecía anunciada por Isaías: El Espíritu del Señor... me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.

Cristo viene a librara por el anuncio del Evangelio de toda atadura física y moral, para derramar la gracia de Dios a todos, sin distinción, judíos griegos, esclavos, libres... la redención de Jesucristo es universal, esto significa católica, la Iglesia es universal, católica, en ella todos estamos unidos por la fe, y la fe no se puede ni imponer ni impedir a nadie.

Todos tenemos nuestro espacio, por que todos somos necesarios. Como en el cuerpo humano no todo es cabeza, ni piernas, ni puede funcionar una mano por libre, ni siquiera el corazón... Y si algo duele, duele el yo entero, no podemos desconectar la parte doliente. Así es la Iglesia. Todos aportamos. todos colaboramos, todos añadimos y/o restamos; pero sí somos cuantificables, cada uno en su puesto, ministerio o servicio; no todos somos profetas, o maestros, o hacemos milagros... pero hasta el más inútil a nuestros ojos, puede rezar, y sonreír y sobre todo amar.

Hoy se cumple esta Escritura que acabáis e oír. Hoy el Reino de Dios se hace presente porque cada uno de nosotros lo hacemos presente desde nuestro lugar, alto o bajo (dependerá de quien lo mire), pero siempre perfecto a los ojos de Dios.

Estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. La Palabra de este Domingo es que ni pintada. Nos une, sin duda, la Palabra de Dios. Vale la pena releer la primera lectura y aprender a tratar con dignidad la Palabra: Abrió el libro... y todo el pueblo estaba atento... levantó las manos... respondió... se inclinaron y adoraron. Leían con claridad y explicaban el sentido... comprendieron el sentido... Y fue para todos motivo de alegre celebración, de encuentro y de compartir. En el corazón de Dios, en la Iglesia que Dios quiere todos tenemos sitio, porque todos somos necesarios como los miembros de un cuerpo.

Fr. J.L.

Nehemias 8, 2-4a. 5-6. 8-10
Salmo 18, 8. 9. 10. 15                   R/Tus palabras, Señor, son espíritu y vida
Primera a los Corintios 12, 12-30
Lucas 1, 1-4. 14-21


Las Bodas de Canán (1563). Paolo Veronese
Museo del Louvre (París)

sábado, 9 de enero de 2016

El Bautismo del Señor

El Bautismo de Jesús marca el final del ciclo de Navidad.  El recién nacido ha crecido Se ha hecho mayor.  Ya no es un niño indefenso y dependiente.  Es un hombre libre sabe lo que quiere.  Y libremente se va a comprometer con la voluntad del Padre, de su Padre, para traer el derecho a las naciones, para ser luz de las naciones, para dar luz a los ojos y liberar a los cautivos (primera lectura).

Todo un programa que se ha ido madurando a lo largo de muchos años de vida ordinaria, en Nazaret, con su familia y con los de su pueblo, siendo uno más en medio de nosotros.

Pero, cumpliendo siempre la ley de la encarnación, el comienzo de la misión de Jesús tiene lugar de una forma escondida y humilde.  Tan sencilla como lo fue su nacimiento.  Así nos los dice el evangelio de Lucas. 

Jesús se bautizó ante Juan pero no como un acto individual, ante los ojos de todos, como la iconografía nos lo suele proponer.  Lo hizo en un bautismo general, como uno más, sin hacer ruido, sin llamar la atención ('la caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará"). Lo importante pasó en su corazón.  Más tarde, en oración, como dice el relato, se sintió confirmado en su misión: 'Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto'.  Y tomó la decisión.  Para siempre.  Sin dudas.  Siguió su misión hasta la entrega total y definitiva. Son palabras que hoy nos cuesta entender. Nosotros preferimos las medias tintas (“mientras nos queramos”, “mientras no haya problemas”). Jesús no conocía la mediocridad. Dijo “Sí”al amor del Padre y en adelante fue su testigo. En lo bueno y en lo malo. Hasta la cruz. Hasta la resurrección.

Por eso, la fiesta del bautismo de Jesús conlleva necesariamente una referencia precisa también a nuestro bautismo. Un bautismo que espera ser “manifestado”. Es necesario y urgente que el nombre registrado en los librotes de los archivos parroquiales salga fuera, al descubierto. Ya es tiempo de honrar y hacer nuestros los compromisos que otros (padres y padrinos) han tomado por nosotros.

Hoy tenemos la oportunidad de repensar nuestro propio Bautismo. ¿Qué hemos hecho de aquel sacramento? ¿Lo hemos asumido como una decisión personal de seguir un determinado estilo de vida?  Recordemos que no se trata de hacer cosas grandes sino de vivir como cristianos día a día.

Como Jesús, también nosotros hemos sido bautizados
Con Espíritu Santo y fuego.
El Espíritu es la gracia, el don gratuito,
Nos hace conscientes de ser hermanos de Jesús,
Nos trae la libertad verdadera para todos,
Nos hace sentir por dentro que estamos perdonados,
Y que somos  amados  por el Padre incondicionalmente.

¿Porqué, pues, estamos asustados y encogidos ante la vida
y llenos de miedo a algún posible castigo
de este Padre que así nos quiere?
¿Qué nos pasa, Señor?

Hoy Señor Jesús, queremos pedirte:
Que nos des a sentir tu espíritu de fuego;
Que nos haga conscientes de que estamos perdonados,
Que nos consideremos hermanos pequeños tuyos
E hijos de Dios Padre,
Que nos haga abandonar la rutina y el miedo
Y que nos mueva a participar activamente en alguna tarea a favor del Reino. Así sea.

Abad Marcos García 

Bautismo de Cristo (1659) del pintor burgalés Mateo Cerezo "el joven"
Museo de Arte Sacro (Castrojeriz)

martes, 5 de enero de 2016

Epifanía

Epifanía. Esta palabra griega significa manifestación, desvelamiento, hacerse patente algo, esclarecimiento, iluminación. La luz que desvela las zonas oscuras podría ser el icono, la imagen de este fenómeno por el que llegamos a conocer algo que ignorábamos. “El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande”. En el acontecimiento que hoy nos narra Mateo, la luz es justamente la de una estrella. Todos nacemos con estrella; también Jesús de Nazaret. Este astro, convertido en cometa ya no falta en ningún Belén que se precie. Fue ella la que guió a los tres famosos personajes desde tierras lejanas hasta la cueva o casa-cueva de Belén. Los Magos no dudan de que esta estrella es la del Mesías-Rey, y por eso vienen a presentarle sus presentes y rendirle pleitesía a Quien creen merecedor de ella por su mesianismo, por su realeza y, tal vez, por su divinidad. Los planteamientos de estos curiosos magos o sabios o astrónomos son muy sencillos: un punto luminoso en el cielo marca una ruta que hay que seguir, pues hay profecías y oráculos que asocian este fenómeno luminoso con la aparición del Mesías Salvador. Toda su fe, su confianza y su voluntad están puestas en una estrella a la que siguen sin vacilar.

Pero llega un momento en que la estrella desaparece de su vista. Un momento dramático para quienes no disponen de otra señal, otra clave, otros indicadores de ruta. Se apagó la luz y de nuevo las tinieblas se enseñorean de las mente y de los corazones de estos intrépidos buscadores que no han dudado en abandonar sus países de origen, su seguridad, lo familiar, lo conocido, lo concreto para lanzarse al riesgo siguiendo a una enigmática estrella que, al final, les ha jugado una mala pasada. Campo abonado para el desaliento, para la desilusión y para, en definitiva, desistir de su empeño. Porque la trayectoria de esta peripecia vital de los Magos que Mateo nos cuenta no es más que la parábola en acción de toda vocación, de toda llamada, de todo seguimiento, de la persecución de un ideal, de todo proyecto vital.

¡Cuántos se desaniman, no ya ante el apagón total, sino ante el más insignificante parpadeo o guiño sospechoso del astro que les guía! ¡Cuántos desconfían y vuelven la espalda al proyecto ante las más mínimas dificultades! ¡Cuántos se dan media vuelta pues consideran que todos los caminos están bloqueados o que sencillamente los propios caminos han desaparecido! ¿Qué hacen nuestros viajeros ante una situación tan crítica y dolorosa, tan desoladora y frustrante? Preguntar. Alguien podrá darles alguna pista para reanudar el viaje; no están dispuestos a perder la ilusión y echarán mano de las mediaciones humanas y terrenas ya que han desaparecido los indicadores del cielo. Los oráculos de los profetas coinciden con lo que ellos piensan y tratan de recomponer el mapa para proseguir la búsqueda, pues saben que el objetivo no está muy lejos. Tal vez les extrañe un poco que la gente no haya demostrado excesivo entusiasmo ante tan colosal acontecimiento. Ellos continúan impertérritos.

La narración de Mateo sigue siendo deliciosa. Una vez informados por Herodes, reemprenden el camino y ¡ahora sí, ahora reaparece la estrella más firme, más rutilante, más fidedigna y segura, y también más anhelada, más necesaria, más querida, más implicada en la misión de encontrar al Rey-Mesías! Y el Evangelista no sabe cómo expresar el gozo que estos tenaces buscadores experimentan al aparecer la estrella: “gavisi sunt gaudio, magno, valde”. Tres calificativos in crescendo para ponderar el grado máximo de alegría. No era para menos: siempre la felicidad es más intensa cuando ha precedido el dolor; y la luz es más clara cuanto más cerrada hayan sido la noche o las tinieblas; y es más ardiente el amor de quien ha sido más perdonado; y más agradece quien más ha recibido.

Dios premió la constancia, la fidelidad y la humildad de los Magos, pues al fin encontraron al que con tanto empeño habían buscado: “Vieron al Niño y a María, su madre”. Mateo no menciona a S. José, pero la iconografía abundantísima de este pasaje evangélico nunca ha omitido la figura del Santo Patriarca dentro de la escena. Tal vez la comitiva no era tan fastuosa como los artistas nos la representan; tal vez los regalos no fueran tan abundantes y maravillosos como para que José pudiera pagarse una casa, como apuntan algunos bienintencionados novelistas. Ya hemos comentado de paso que el hecho del nacimiento del Mesías no tuvo excesiva notoriedad, y el evento de los Magos no supuso una noticia de primer orden para magnificar el hecho, máxime que los tales forasteros, una vez cumplida su misión, se alejaron discretamente del lugar, avisados por esa voz interior a la que ellos eran tan dóciles, por el peligro que el Niño podría experimentar si llegaba a oídos de Herodes el lugar y sitio exactos del emplazamiento de la Sagrada Familia. Pero ya habían visto al Salvador y ahora ya no necesitaban estrella para que les guiase a sus lugares de origen. La estrella se había instalado definitivamente dentro de sus corazones.

Isaías 60, 1-6
Salmo 71         R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
San Pablo a los Efesios 3, 2-3a., 5-6
Mateo 2, 1-2


Abad Jesús Marrodán


Detalle de la Adoración de los Reyes Magos. Códice de Roda (s. X-XI)
Real Academia de la Historia (Madrid)





sábado, 2 de enero de 2016

Dios se hizo...niño

II Domingo de Navidad (Ciclo C)

  
Celebrar la Navidad supone hacer a Dios niño, lo inmenso diminuto y la Palabra silencio.

Querer celebrar en dos semanas el misterio de Dios hecho carne; la anunciación, el nacimiento y la epifanía, pasando por la visitación, la adoración de los pastores, la familia de Nazaret y a María como Madre de Dios... querer celebrar todo esto es un empacho celebrativo (como las comidas de estos días pueden ser un empacho culinario), querer asimilar tanto misterio es imposible.

De hecho volvemos a escuchar en este día el Evangelio ya leído el día mismo de Navidad, no se puede digerir en una sola celebración. Es, sin duda, la página más teológica de toda la escritura.

En el principio existía la Palabra, el Verbo, dice la nueva traducción de los leccionarios, y la Palabra era Dios, y la Palabra estaba junto a Dios; por ella todo se hizo y sin ella... Y la Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros.

Quizás sean los prefacios de este tiempo quien mejor nos aplique y explique estos misterios: Y gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible (Prefacio I de Navidad)  Porque en el misterio santo que celebramos, Cristo el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo; el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra; el eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal, para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que estaba caído y restaurar de este modo el universo, para llamar de nuevo al reino de los cielos al hombre sumergido en el pecado (Prefacio II de Navidad)  Y el Prefacio III: Por él (Cristo) hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio de nuestra salvación; pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición no solamente dignificó nuestra naturaleza para siempre, sino que por esta unión admirable nos hizo partícipes de su eternidad.

Dios, en el Génesis, en el principio, iba nombrando y creando las cosas, por el poder de su Palabra. Esa misma Palabra, ahora camina entre nosotros. Dios nace y nos renace. De alguna manera al nacer en el mundo, al hacerse uno de notros, se hace nosotros... si le recibimos. Y si la Palabra de Dios nos llena, nos empapa, nosotros no podremos dejar de ser su reflejo, su impronta, su nueva creación. Hoy, hay muchas palabras (con minúsculas), demasiados charlatanes vendedores de aire; palabras vacías que no llenan, ni aportan, ni transforman, que no dan sentido ni hacen crecer, que no tienen poder creador ni salvador. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único..., lleno de gracia y de verdad.

La Palabra se encarna en el tiempo y en nosotros, por eso se hace denuncia, anuncio, predicación, Buena Noticia. Quizás debamos decir menos palabras y ser más Palabra. Es éste el año dedicado a la Misericordia, la Palabra encarnada nos debe llevar a dar y buscar misericordia. Hoy se nos invita a ser Palabra de Vida, a ser Palabra que ilumina, a ser Palabra que engendra vida, a ser Misericordia para todos.

Termino con la felicitación que un amigo me ha enviado estos días y que creo resume tan gran misterio en tan poca cosa como puede ser un niño recién nacido, con mucha resonancia de tradición monástica: Navidad es Dios haciéndose ser humano. Un Pequeño que nos hace grandes, una Debilidad que nos hace fuertes, un Misterio que da sentido a la vida. Por eso deseamos Paz, Felicidad, Luz...porque Dios nos ama. Os deseo de corazón un feliz encuentro con el Nacido. Un abrazo

Fr. J.L.

Eclesiástico 24, 1-2, 8-12
Salmo 147    R/. La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
Carta a los Efesios 1, 3-6, 15-18
Juan 1, 1-18

La Sagrada Familia del cordero (1507). Rafael Sanzio
Museo del Prado (Madrid)