V Domingo de Pascua (Ciclo C-2016)
Casi
mes y medio felicitándonos la Resurrección de Cristo, cantando Aleluyas,
contando apariciones, comunicando la alegría de la Pascua, intentando
auto-resucitar al hombre viejo que todos llevamos dentro.
A
menudo se representa el año litúrgico como un gran tablero de parchís, 366
casillas moradas, en Adviento y Cuaresma, blancas en Navidad y Pascua, verdes
en los periodos de Tiempo Ordinario... salteadas por casillas blancas, rojas,
una azul... cuando celebramos los misterios de Cristo, a María o a los Santos.
La
casilla de hoy nos envía 37 casillas atrás, el Evangelio que hemos escuchado nos
recoloca en el jueves santo, en el mandamiento del amor, en la última cena, en
la intimidad del cenáculo. Os doy un
mandamiento nuevo... que os améis... como yo os he amado.
El
amor, mejor el amaos es la esencia del Evangelio, es el sentido para dar la vida,
del morir y resucitar de Cristo. Amaos
como yo os he amado... permaneced en mi amor. El amor, el amar.
Amor.
Palabra que llena la boca y da sentido a la vida. No se ama con palabras, sino
con hechos, o con palabras acompañadas de hechos. Obras son amores... dice
el refranero, y no buenas razones.
Sólo
el amor es la clave para construir un
cielo nuevo y una tierra nueva donde no haya ni muerte ni luto, ni llanto, ni
dolor, donde Dios acampa en medio de su pueblo. Pero a nuestro mundo le
falta mucho para ser nuevo. Tenemos a diario imágenes de los refugiados en
busca de una tierra nueva; terremotos
esta semana en Ecuador y Japón que han dejado muerte, llanto y dolor; lluvias
-siempre necesarias- que están produciendo no pocos problemas... Ciertamente
necesitamos un nuevo cielo y una nueva tierra. Es Cristo con su muerte y
resurrección quien hace que resuene en nosotros la frase del Apocalipsis: hoy hago nuevas todas las cosas. Y en
ella cada uno de nosotros debemos hacernos nuevos en Cristo.
Renovados
cada uno podremos ser fermento de novedad para un mundo nuevo, no podremos
salvar el mundo pero sí ser símbolos y fermento. El propio Papa Francisco en su
reciente viaje a la isla griega de Lesbos decía que la intención del mismo no
era salvar a todos los refugiados, el Papa tampoco es todopoderoso, era
simplemente "que los poderosos de la tierra vuelvan para acá su
mirada" ser fermento, ser llamada, poner nuestro grano que no es granero,
pero muchos granos, de aquí y de allí, el tuyo y el mío, sí.
Sólo
así podremos, como Pablo y Bernabé al volver de su viaje apostólico, al volver
cada día a nuestra casa, al terminar el día, reconocer lo que Dios ha hecho por medio nuestro, y sin darnos cuenta, o sí,
estaremos haciendo un cielo nuevo y una tierra nueva.
Fr. J.L.
Hechos 14, 21b-27
Salmo 144, 8-9. 10-11. 12-13ab
Apocalipsis 21, 1-5a
Juan 13, 31-33a. 34-35
Tríptico de Nicolás Froment (1461). Galleria delli Uffizi (Florencia)
“Resurrezione di Lazzaro” (centro),
“Gesù in casa di Marta” (izquierda) y “Lavanda dei piedi” (derecha)