VI Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Cuando hace unos días leí el Evangelio de
hoy para ver que os podía contar, pensé: "bien, las bienaventuranzas, es
fácil, es la esencia, el resumen de la enseñanza de Jesús"; pasados dos
días las volví a leer me dije: "Sí, son la esencia, por eso son tan exigentes"
Además los textos evangélicos nos
presentan dos versiones de las bienaventuranzas, las de Mateo y las que hemos
escuchado hoy de Lucas. Mateo las sitúa en lo alto del monte, lugar característico del encuentro con Dios y por
eso parecen más espirituales: Los pobres son de Espíritu, el hambre es de justicia...
son más, nueve y un final conclusivo que sabe a décima, todas positivas y
estimulantes.
Las bienaventuranzas proclamadas hoy, las
de Lucas, lanzadas como flechas -como con saña- a nuestras conciencias, en el llano, después de bajar del monte Jesús con los doce. Y los pobres son de verdad pobres,
el hambre es hambre que resuena en las tripas, los lloros amargo llanto, y lo
mismo el odio, las exclusiones, los insultos y las proscripciones, como se dice
en Castilla: al pan pan y al vino vino.
Pobres enfrentados a otros ricos, ay de vosotros los ricos, que en su
bienes tienen su consuelo. Hambrientos opuestos a saciados, que pasaran hambre.
Alegres, que harán duelo y llorarán.
Nos han tocado las duras, las encarnadas,
sin aditivos ni anestesias. Solamente la causa que las produce puede ser el
punto de esperanza, si son: por causa del
Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo.
La alusión a los profetas y lo que los
antepasados hacían con ellos nos invita a sentirnos profetas nosotros también,
a ir contra corriente en un mundo que casi siempre va a la deriva, sin saber a
dónde se dirige, donde hay ricos y pobres, saciados y hambrientos; odiados,
insultados, perseguidos... frente a otros indignamente adulados y no pocas
veces incensados -por los mismos eclesiásticos- por sus teneres y poseeres.
Quizás este ir contra corriente, nos lo
aclare la primera lectura. Como si de una fotografía se tratara vemos primero
el negativo y después el positivo: la diferencia entre quien confía en el
hombre y en el Señor es como la diferencia entre un cardo plantado en el desierto, tierra árida, salobre e inhóspita
y un árbol bien enraizado junco a
corrientes de agua, que no siente el verano ni la sequía, sino que permanece
verde y no deja de dar fruto.
Pobrezas,
hambres, lloros, odio, exclusiones, insultos, proscripciones... por causa del
Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo.
Nos lo recuerda san Pablo en el breve
trozo que hemos escuchado de la primera carta a los Corintios: el sentido de
nuestra fe, y el sentido de nuestra vida es Cristo y éste resucitado, y por su
causa podremos aguantar todo contratiempo, toda oposición, todo maltrato y
menosprecio.
Hoy ser cristiano, y ser cristiano
practicante no está de moda, no es guay a los ojos del mundo. Seguramente no
nos facilitará la vida laboral, ni las relaciones con los amigos, a veces ni
con la propia familia. Pero ser creyente en medio del mundo es fermentar la
masa desde dentro. es gritar con la propia vida, cuestionar como los antiguos
profetas. Me viene a la memoria la oración de san Francisco de Asís, un
cristiano en esencia, un profeta que cuestionó en su tiempo y sigue
cuestionando:
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu
paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Solo el creyente que mira de frente a
Dios, que se pone en sus manos, que se deja hacer por Él siente que vale la
pena serlo, que es estupendo, magnífico, formidable, óptimo, fantástico,
excelente, sensacional...(todos sinónimos de guay)
Dichoso
el que se goza en la ley del Señor y la medita noche y día... el Señor protege
el camino de los justos...
Dejemos al Señor formar parte activa de
nuestras vidas, formemos nosotros parte de la suya y nuestras vidas tendrán
sentido y darán fruto.
Profeta Jeremías 17, 5-8
Salmo 1 R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
I Carta de San Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20
Lucas 6, 17. 20-26
Fr. J.L.
Le sermon sur la montagne (1895-1897). James Tissot
Museo de Brooklyn