III Domingo de Cuaresma (A)
Hoy resuena en la Palabra el tema del agua,
mejor, la temática de la sed.
De sed, sed de relaciones entre pueblos,
en las parejas y sobre todo de sed de Dios, de relación con Dios, de dar culto
en espíritu y en verdad.
La samaritana, una mujer anónima, extraña
y a la par rechazada por partida triple, por ser mujer -despreciada por los
hombres-, por ser samaritana -pueblo enfrentado y despreciado por el pueblo
judío-; y por los varios cambios de pareja -despreciada por las demás mujeres-.
Una
joya con la que Jesús se hace el encontradizo y entabla conversación y le pide
agua para su sed.
La sed humana y la sed de Dios, dos niveles, y cada uno habla
del suyo... La sed de Jesús -dice el Papa Francisco comentando este episodio y
antes que él lo han hecho muchos santos padres de la Iglesia- era una sed no
tanto de agua, sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de
encontrar a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner
en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este
encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos
dentro, pero que muchas veces ignoramos.
Y es esta mujer anónima, extraña y
triplemente rechazada, quien es capaz de robar a Jesús la primera confirmación
de su ser en el mundo "Yo soy, el
que está hablando contigo" el Mesías, el Cristo, que cuando venga, nos lo explicará todo.
El pueblo de Israel en su peregrinación
por el desierto también siente sed, y no solo la sed que produce el calor y el
cansancio del camino, sino la sed de ese Dios en el que han confiado y que a
veces tanto cuesta sentir. Y murmuran contra Moisés... El pueblo de Israel nos
coloca en la realidad actual de nuestra nación... por el coronavirus salen los
egoísmos de quien acapara en los comercios "por si acaso" y de
aquellos otros que se prestan a ayudar a sus vecinos mayores o simplemente más
temerosos, quienes busca el agua para su propia sed o intenta saciar la de los
demás...
Podemos decir con el pueblo de Israel: ¿Está o no está el Señor en medio de
nosotros? La situación es alarmante, desconocida,
invita a dudar de todo y de todos.
San Pablo nos invita a la esperanza -a
pesar de todo, a pesar de todos-, Por
Cristo hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos
gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la
esperanza no defrauda, .... cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el
tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ... la prueba de que Dios nos ama
es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Como la samaritana nosotros también encontramos
el estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que aparentemente
es importante, pero que pierde valor frente al amor de Dios. Todos tenemos uno o más de uno. Dejémoslo un poco
aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece otro agua, otra
agua que nos acerca al Señor. Estamos llamados a redescubrir la importancia y
el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la
samaritana, ha dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría del encuentro
con Jesús; testimoniar la alegría del encuentro -que nos repite a menudo el
Papa-.
Ya no creemos por lo que tú dices;
nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del
mundo. Nuestro encuentro
con Jesús, grita en nuestra vida, nos cambia la vida. También cada encuentro
con Jesús nos llena de alegría, aquella alegría interior que nos viene. Y así
el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar en nuestro corazón
cuando nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro cántaro.
Con
la samaritana digamos: Señor, dame de esa
agua.
Como
los samaritanos roguémosle que se quede con nosotros.
Salmo 94 R/Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón"
Carta de San Pablo a los Romanos 5, 1-2. 5-8
Juan 4, 5-42
Fr. J.L.
Moisés haciendo brotar agua de la roca de Horeb (1669/1670). Murillo
Hospital de la Caridad (Sevilla)