III Domingo de Cuaresma (Ciclo B-2016)
Todos
los días conocemos sucesos, accidentes, muertes... casi siempre lejos, otras cerca,
a veces nos toca de lleno. Y oímos preguntar y nos preguntamos: ¿y por qué a él
o ella? si era tan buena gente. Y pocas veces, además, pedimos explicaciones a
Dios: ¿es que los galileos que mató Pilatos en el altar de las ofrendas eran
peor que los demás?, ¿es que los diez y ocho que murieron aplastados por la
torre de Siloé tenían alguna culpa especial que los distinguiese del resto de
los habitantes de Jerusalén?, ¿es que... esta persona que malvive con una
enfermedad terminal esta siendo castigada por algo?, ¿es que Fulano que ha sido
despedido del trabajo está pagando una mala vida?, ¿es que...?, ¿es que...?,
¿es que...?
Si
aplicamos mecanismos humanos no puede ser de otro modo: acción-reacción, pecado-castigo,
falta-represalia.
Y
si miramos al Antiguo Testamento, quizás tengamos más argumentos para mantener
la hipótesis. Pues Dios, el Yo Soy,
de la zarza que ardía y no se consumía, libra al pueblo de la opresión de
Egipto... y los tiene cuarenta años dando vueltas por el desierto (de todos los
que salieron de Egipto {Éxodo 12, 37 Los israelitas salieron de Ramsés a
Sucot. Sin contar mujeres y niños, eran como seiscientos mil hombres de a pie,
en edad militar. 38 Con ellos
se fue muchísima gente de toda clase, además de muchas ovejas y vacas],
un pueblo inmenso, llegaron dos a la tierra prometida). Igual tenemos que
recordar estos cuarenta años y exponenciarlos al setenta veces siete para
entender los modos de Dios y las muchas posibilidades de salvación que una y
otra vez ponía a su alcance y una y otra vez se ocupaban de negar.
Dios
ve la opresión de su pueblo y baja a liberarlos. Dios ve nuestras pobrezas y
debilidades y viene a sanarlas. Dios siempre da otra oportunidad, otro año de
cuidados como la higuera del evangelio, otra cuaresma, otro domingo, otra
posibilidad de encuentro, otro, otro, otro... Dios no se cansa de esperarnos,
como el padre al hijo pródigo cada día sale a nuestro encuentro, se hace el
encontradizo, y si queremos encontrarlo tenemos sus brazos abiertos. Y como a
la mujer adultera, sorprendida en fragante momento, nos dice: ¿Dónde están tus
acusadores? ¿nadie te condena? yo tampoco, y en adelante no peques más. Jesús
no pasa lista con pelos y señales, invita a seguir caminando por un camino
mejor. Como dice el Papa Francisco a los confesores comentando este evangelio:
Jesús no pregunta a la mujer, dónde, cuándo, cómo, cuántas veces, con quién...
noooooo. Jesús le dice: vete y en adelante
no peques más. (Si Dios no condena, quién es un hombre por muy cura que sea,
por muy ordenado que esté, para condenar?)
El que se cree seguro,
¡cuidado!, no caiga. Hay
que sentirse falto de perdón y necesitado de misericordia, es necesario
necesitar a Dios. Quien no necesita misericordia no necesita a Dios, se siente
seguro por sus propias fuerzas y su apoyo es ¿...? no lo sé, pero sí sé que no
es un apoyo seguro. Las cosas, las personas, los estados, las circunstancias...
todo cambia, todo pasa. Solo Dios queda, y queda en espera, y espera nuestra
vuelta, con los brazos abiertos -clavados en cruz-, con los brazos abiertos
dispuestos a recibirnos y acogernos con un abrazo, con los brazos abiertos...
Yo Soy nos espera. Yo Soy se hace el encontradizo. Yo Soy quiere que todos los
hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tm 2,4) Yo Soy no
abandona aunque las circunstancias sean extrañas a la vida del espíritu. Sólo
el que siente la necesidad de Dios le
puede encontrar, quien necesita de su misericordia se deshará en su amor. Y
quien siente el amor y la misericordia de Dios en su vida será misericordia
viva para los demás.