XXII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Sólo cuando uno siente que está enfermo acude a un médico. Igualmente cuando uno reconoce su poco ser, su corteza -de corto a la par que inconsistente- puede sentir en sí la obra de Dios.
Cuando uno se siente limitado y llega donde con sus fuerzas no pensaba, no queda otra actitud que la de reconocer que no es el hombre quien obra sino Dios por él.
Milagros por nosotros, no nosotros ni para nosotros, pero sí por nosotros para los otros. Hazte pequeño y deja obrar a Dios; ser instrumentos en sus manos, no estorbos para sus obras.
Ocuparse de los que nadie se ocupa, preocuparse; dar sin esperar nada a cambio, dar desesperadamente; invertir en quienes no son rentables... para que nuestro saldo aumente en el cielo.... te pagarán cuando resuciten los muertos.
El doy para que me den, hago para que me hagan e invito a quien me puede invitar no tiene versión evangélica. Con Cristo demos por amor, hagamos por amor, vivamos por amor... y ya el Padre se encargará de cuadrar nuestro saldo.
Libro del Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29
Salmo 67, 4-5ac. 6-7ab. 10-11 R/. Preparaste, oh Dios, casa para los pobres
Carta a los Hebreos 12, 18-19. 22-24a
Evangelio de san Lucas 14, 1. 7-14
Fr. J.L.
Bodas de Caná (1670-1675) B.E.Murillo
Barber Institute of Fine Arts (Birminghan)