XVI Domingo del Tiempo Ordinario (A)
Tres
parábolas nos presenta el evangelio de este domingo. Tres parábolas y dos
temas.
El Reino de los cielos se parece a un
campo plantado de buen trigo donde también aparece la cizaña...
Estamos en tiempo de cosechar, aquí
llevamos desde el lunes escuchando las cosechadoras; pero a parte del cómo y
cuándo recoger lo sembrado esta parábola nos plantea un dilema existencial, una
realidad de eterna actualidad: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, la
justicia y la injusticia... dos realidades en los platillos de balanza, dos
direcciones opuestas por las que poder dirigir nuestra vida.
Dos
caminos y una actitud humana: ¿quién puede juzgar entre lo uno y lo otro?, ¿con
qué criterio hacemos ese juicio? Nos puede invadir un santo celo, como a los
criados de la parábola y lanzarnos a quitar lo malo -o lo que nosotros
consideramos malo- estropeando no poco de lo bueno; si esta actitud la
revestimos de religiosidad tenemos delante los fundamentalismos, los
radicalismos religiosos e ideológicos. Es la reproducción de la tentación de
Adán y Eva en el paraíso: poder decidir sobre el bien y el mal, marcar la línea
que lo separa y hacer limpia de lo malo, ocupando así el puesto de Dios.
Dos
caminos y la actitud de Dios: Dejadlos
crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los jornaleros...
La paciencia de Dios y el juicio de Dios se parecen poco a los nuestros. Resonaba
en la primera lectura como el juicio de Dios está enmarcado en moderación,
lleno de paciencia y gran indulgencia: Dejadlos
crecer juntos... El poder de Dios sólo se puede entender desde su gran
misericordia, su indulgencia y su perdón. Este es el camino a seguir por los
creyentes desde una confianza humilde, por eso: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no
sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es
el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. (2ª
lectura)
Las
otras dos parábolas, la de la levadura y la del grano de mostaza nos hablan también
del Reino: El Reino de los cielos se
parece... poca cosa, cosas pequeñas, que producen mucho, que dejan huella,
que cuando está se nota discretamente y se echa mucho en falta si está
ausente... El Reino de los cielos se
parece... Dios se vale de lo pequeño, de lo débil, de personas, de
acontecimientos, a veces de silencios y otras de palabras, de ausencias... para
hacerse cercano, para construir su reino, para sembrar en nosotros y en el
mundo su semilla del Reino.
Todos
somos parte de este Reino, constructores de este Reino. Aunque nos creamos
"poca cosa" en manos de Dios, siempre y todos, somos útiles, grandes
y perfectas herramientas. El Reino de Dios se va construyendo cada día, lo
vamos haciendo cada uno de nosotros, cada día, si nos dejamos ser herramientas,
semilla, levadura... en manos del Dios. Él se encargara de modelar o tallar, de
sembrar y cosechar, de amasar y hornear...
El
bien y el mal conviven juntos, es así desde el principio de los tiempos; y a
pesar de ello Dios cuida de todo, Obrando
así, enseñaste a tu pueblo (decía la 1ª lectura) que el justo debe ser humano,
y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al
arrepentimiento.
El Reino de los cielos se parece... construyamos el Reino.
Feliz Domingo
Sabiduría 12, 13. 16-19
Salmo 85 R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente
A los Romanos 8, 26-17
San Mateo 13, 24-43
Fr. J.L.
Parábola del trigo y la cizaña (1624). Abraham Bloemaert
Walters Art Museum (Baltimore EEUU)
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