XXI Domingo del Tiempo Ordinario (A)
Y vosotros ¿quién decís que
soy yo? Esta es la
pregunta que suelta Jesús a los discípulos después de la primera encuesta de
calle del la era cristiana ¿quién dice la
gente que soy yo?
Jesús
es el Maestro y por eso es quien, casi siempre, responde. Sólo 6 preguntas he
recordado hechas por Jesús además de la que nos ocupa: Al ciego:
¿Qué deseas que haga por ti? A los leprosos: ¿creéis que puedo hacerlo? Al padre del niño endemoniado: ¿Cuánto tiempo hace que le acontece
esto? A Marta, hermana de Lázaro: ¿crees esto? A los que van a buscarlo
al huerto: ¿a quién buscáis? Y en su proceso ante el Sanedrín a
quien le abofetea: ¿por qué me pegas?
Pero esta vez cuestiona a sus discípulos
de entonces y de ahora: vosotros ¿quién decís que soy yo? Y repuestas puede haber, por lo menos,
tantas como cabezas. Lo que nos lleva a confirmar que hay, tenemos, vivimos en
un gran desconocimiento de Cristo.
En
otra encuesta, ésta bastante reciente, sobre la religiosidad en España: el 72 %
se declara católico; un 13 % participa de la Celebración Dominical. Un 24 % se
declara ateo o agnóstico. Si hablamos de la gente joven (entre 18 y 30 años):
sólo el 6 % asiste con regularidad a la Eucaristía. El 52 % dice creer en Dios,
pero se reducen al 25 % los que creen en la resurrección de Jesús y en la vida
futura. Sólo un 31 % cree de Jesús es Dios; una amplia mayoría no confía en la
Iglesia y ven a la jerarquía y a los eclesiásticos y religiosos distantes y
rígidos... Y en un momento rezaremos el Credo y podremos comprobar que muchas
de estas son las verdades de nuestra Fe.
Y vosotros ¿quién decís que soy yo? En la segunda lectura, San Pablo en su
carta a los Romanos viene a decir algo fácilmente comprobable: de Dios no
conocemos casi nada. Sabemos lo poco que se nos ha comunicado a través de Jesús. ¡Qué insondables sus decisiones! ¡Qué
abismo de generosidad! ¿Quién conoció la mente del Señor? Por eso, cuando
decimos “Dios” apenas sabemos lo que queremos decir. Sabemos que es “misterio
de amor”, pero nos perdemos más por el “misterio” que por el "amor".
Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Pedro atina con la respuesta: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Este es el primer
credo, la primera profesión de la Iglesia naciente. Pero, y nosotros, ¿qué
creemos? ¿qué expresamos? ¿cómo damos vivencia a nuestra fe? Porque creer es
responder, sí; pero no es cuestión teórica, repetir una respuesta como hacíamos
con el catecismo cuando éramos pequeños, hemos crecido y nuestra fe ha debido
pasar de ser contada a ser vivida; de saber que Dios en el Hijo es
"Misterio de Amor" a Amar misteriosamente como Dios mismo nos ama.
Así nuestra respuesta no será teoría estéril y letra muerta sino vida vivida
-en cristiano- hecha en Cristo pan partido, compartido y repartido.
Se nos ha hablado de las llaves de Pedro (Evangelio); de la llave del palacio de David (1ª lectura) colgada del hombro de Eliacín... En la Exposición del 75
Aniversario de la llegada de los monjes cistercienses a este monasterio están
las llaves y el sello que se entregan a los abades el día de su elección, son
unas llaves grandonas, antiguas, que ya no abren ni cierran nada. Llaves
simbólicas, como las de Pedro, como la de Eliacín. Llaves que como la fe son un
don, un regalo, pero también una responsabilidad, una exigencia, un proyecto de
vida.
Que nuestra respuesta a la pregunta de Jesús no
tenga demasiadas palabras sino mucha vida.
Feliz Domingo
Isaías 22, 19-23
Salmo 137 R/. Señor, tu misericordia es eterna
San Pablo a los Romanos 11, 33-36
San Mateo 16, 13-20
Fr. J.L.
Entrega de las llaves a San Pedro (1482). Pietro Perugino
Fresco Capilla Sixtina (Vaticano)
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