domingo, 5 de agosto de 2018

Verdadero alimento

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (B)


Hemos escuchado el evangelio de este domingo según san Juan, continuación de el del domingo pasado y previo al de los dos domingos próximos, formado parte como de una isla dentro de la lectura continuada del evangelio de Marcos que se lee en el ciclo B, del denominado el sermón del pan de vida.
Recordamos que el pasado domingo Jesús saciaba a una muchedumbre, sólo los hombres eran unos cinco mil, con cinco panes de cebada y un par de peces que un muchacho, allí presente aportó. Y con el estómago lleno la gente quería hacerlo su rey, pero Jesús se retiró a la montaña solo.
Lo buscan y lo encuentra.
Según se va desarrollando el tema vamos cambiando de pan, vamos saltando de búsquedas ,como debemos cambiar de actitud, de obras.
Del pan material, el alimento diario, digno y necesario para todos, al Pan que permanece y da la vida.
Del buscar a Jesús porque nos harta de pan, a la comida que os dará el Hijo de Dios, en quien el Padre a puesto su sello.
De las obras de los hombres a que nuestras obras sean las obras de Dios.
Nosotros, ¿por qué buscamos a Dios?, ¿por qué, por lo menos cada domingo, nos acercamos a la Eucaristía?...
¿Por qué? Y podemos ser como los del evangelio, nos hartamos de pan; o me relajo, que está de moda, con el canto de los monjes, con una liturgia un poco cuidada, con un ritmo tranquilo; o por rutina, camisa, mesa y misa decía el refrán que marcaba las fiestas. Quiero pensar que no es el caso de ninguno de los presentes.
Quiero pensar que buscamos a Jesús y que venimos al banquete de la Eucaristía, porque sabemos que Él es el pan de vida. El pan que Dios da, el que ha bajado del cielo y da vida al mundo.
Muchas hambres hay hoy en el mundo, hambres materiales de alimentos físicos, nutricionales -un 12 % de la población mundial tiene escasez de alimentos- y más aún hambre de Dios -de este hambre no hay estadísticas, seguramente nos asustaríamos-, hambre y necesidad de dar sentido a la vida, de encontrase, de tener ilusiones por las que volver a empezar cada día como el primer día, con las ganas del primer día.
Que nuestro porqué sea Cristo, la Verdad, el Pan que da la vida.
Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que cree en mí, nunca más tendrá sed, escuchábamos en palabras de  Jesús al final del Evangelio.
Quien conoce a Cristo, quien se ha cruzado con Él, como nos decía San Pablo en la segunda lectura, conoce la verdad y vive según ella despojados de vuestra vieja naturaleza, ... renovados en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestidos de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.
Señor, danos siempre ese pan. Que éste sea nuestro grito en la oración de estos días. Que siempre, con fe y esperanza cristiana, miremos, caminemos hacia delante dejando atrás las ollas de Egipto. Con la confianza del día a día como los hebreos en el desierto que salían a diario a recoger únicamente lo necesario para cada día... y al que recogía de más no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba.

Éxodo 16, 2-4. 12-15
Salmo 77 R/. El Señor les dio un trigo celeste
Carta a los Efesios 4, 17. 20-24
San Juan 6, 24-35

Feliz Domingo
Fr. J.L.

Cesta de Pan (1926). Salvador Dalí
Museo de Arte de Filadelfia (EEUU)