XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (B)
Hemos escuchado el evangelio de este
domingo según san Juan, continuación de el del domingo pasado y previo al de
los dos domingos próximos, formado parte como de una isla dentro de la lectura
continuada del evangelio de Marcos que se lee en el ciclo B, del denominado el sermón del pan de vida.
Recordamos que el pasado domingo Jesús
saciaba a una muchedumbre, sólo los
hombres eran unos cinco mil, con cinco
panes de cebada y un par de peces que un muchacho, allí presente aportó. Y
con el estómago lleno la gente quería
hacerlo su rey, pero Jesús se retiró
a la montaña solo.
Lo buscan y lo encuentra.
Según se va desarrollando el tema vamos
cambiando de pan, vamos saltando de búsquedas ,como debemos cambiar de actitud,
de obras.
Del pan material, el alimento diario,
digno y necesario para todos, al Pan que
permanece y da la vida.
Del buscar a Jesús porque nos harta de
pan, a la comida que os dará el Hijo de
Dios, en quien el Padre a puesto su sello.
De las obras de los hombres a que nuestras obras sean las obras de Dios.
Nosotros, ¿por qué buscamos a Dios?, ¿por
qué, por lo menos cada domingo, nos acercamos a la Eucaristía?...
¿Por qué? Y podemos ser como los del
evangelio, nos hartamos de pan; o me
relajo, que está de moda, con el canto de los monjes, con una liturgia un poco
cuidada, con un ritmo tranquilo; o por rutina, camisa, mesa y misa decía el
refrán que marcaba las fiestas. Quiero pensar que no es el caso de ninguno de
los presentes.
Quiero pensar que buscamos a Jesús y que
venimos al banquete de la Eucaristía, porque sabemos que Él es el pan de vida. El pan que Dios da, el que ha bajado del
cielo y da vida al mundo.
Muchas hambres hay hoy en el mundo,
hambres materiales de alimentos físicos, nutricionales -un 12 % de la población
mundial tiene escasez de alimentos- y más aún hambre de Dios -de este hambre no
hay estadísticas, seguramente nos asustaríamos-, hambre y necesidad de dar
sentido a la vida, de encontrase, de tener ilusiones por las que volver a
empezar cada día como el primer día, con las ganas del primer día.
Que nuestro porqué sea Cristo, la Verdad,
el Pan que da la vida.
Yo
soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que cree
en mí, nunca más tendrá sed,
escuchábamos en palabras de Jesús al
final del Evangelio.
Quien conoce a Cristo, quien se ha cruzado
con Él, como nos decía San Pablo en la segunda lectura, conoce la verdad y vive
según ella despojados de vuestra vieja naturaleza, ...
renovados en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestidos de la nueva
naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y
pura, fundada en la verdad.
Señor, danos siempre ese
pan. Que
éste sea nuestro grito en la oración de estos días. Que siempre, con fe y
esperanza cristiana, miremos, caminemos hacia delante dejando atrás las ollas de Egipto. Con la confianza
del día a día como los hebreos en el desierto que salían a diario a recoger únicamente lo necesario para cada día... y al que
recogía de más no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba.
Éxodo 16, 2-4. 12-15
Salmo 77 R/. El Señor les dio un trigo celeste
Carta a los Efesios 4, 17. 20-24
San Juan 6, 24-35
Feliz
Domingo
Fr. J.L.
Cesta de Pan (1926). Salvador Dalí
Museo de Arte de Filadelfia (EEUU)
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