III Domingo de Cuaresma (C)
Corremos y recorremos el tiempo de
cuaresma, sin casi darnos cuenta estamos por la mitad, tercer domingo de
cuaresma.
El evangelio que hemos escuchado nos deja
dos temas en el aire: por una parte el por qué del mal, de la desgracia, por
qué a unos les pasan cosas que no pasan a otros (los galileos que mató Pilato
entre los sacrificios del templo de Jerusalén y aquellos que murieron
aplastados por la torre de Siloé). Esta
misma semana llamaba una señora para encargar unas misas gregorianas por su
hija, fallecida este pasado verano con 38 años, ejerciendo una carrera que la
gustaba, con sus proyectos de pareja, feliz con su vida... y un día, se acabó.
Me decía esta mujer "ya me podía
haber muerto yo en vez de ella, con lo llena de vida que estaba, con lo que
tenía aún por vivir..." Compasión, pasar con, pasar por.
Pero en el evangelio parece que los que
preguntan a Jesús quieren encontrar razones por qué pasa, por qué a estos si y
a otros no, ¿acaso eran más culpables que
los demás habitantes de Jerusalén?
No se si tenían alguna culpa o no, pero sí
que Dios no es indiferente al padecimiento de su pueblos, nos lo decía la
primera lectura: “He visto la opresión de
mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus
sufrimientos. He bajado a librarlo... "
Dios se compadece, perdona, Dios nos
busca, la parábola de higuera estéril que hemos escuchado hoy nos lo recuerda,
idea que llevamos escuchando en los evangelios de toda la semana pasada:
compasión; igualdad; servir y entregarse; Lázaro y el rico; la justicia del
señor de la viña para con los labradores homicidas; y ayer el corazón del padre
bueno del hijo pródigo.
Pero
volvamos al evangelio de hoy. Nuestra separación de Dios supone siempre
esterilidad de vida y de frutos, esterilidad existencial en esencia. Con todo
Dios no tiene tiempo y por lo tanto tampoco prisa, nos da espacio de conversión
, de volver, de dar frutos... Una espera en esperanza, una espera para no
quedarse sentados, el cavado y abonado de la higuera supone una colaboración de
nuestra parte. Nos hace responsables de nuestra propia salvación,
corresponsables con Él. Ni todo lo hace Dios, ni todo los hacemos nosotros,
ambas actitudes en exclusiva se han considerado heréticas a lo largo de la
historia.
¿Qué
hacer?, ¿cómo cavar y abonar nuestra higuera? ¿cómo colaborar en nuestra propia
salvación? Las prácticas de la Cuaresma son conocidas: la oración, el ayuno y
la abstinencia, la limosna.
Dejo a san Bernardo que nos de su versión del ayuno, el ayuno de nuestros sentidos: Ayune pues el ojo que saqueó al alma, ayune el oído, ayune la lengua, ayune la mano, ayune también el alma misma. Ayunen los ojos de miradas curiosas, y de toda licencia, para que dichosamente humillados, si antes vagaban infelizmente en la culpa, estén ahora refrenados en la penitencia. Ayune el oído, que tenía una ansia desordenada de oír, de las fábulas, y rumores, de todo lo que sea ocioso, y no pertenezca de algún modo a la salud del alma. Ayune la lengua de la detracción y murmuración, de las palabras vanas, inútiles y de risa: algunas veces también por el respeto de la gravedad del silencio, ayune aun de aquellas, que otro tiempo pudieran parecer necesarias. Ayune la mano de las señales ociosas, y de todas las obras, que no sean mandadas: pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados, y de la propia voluntad. Pues sin este ayuno todos los demás son reprobados por Dios, como está escrito: Porque en los días de vuestros ayunos se encuentra vuestra voluntad. (Sermón III sobre la Cuaresma)
Dejo a san Bernardo que nos de su versión del ayuno, el ayuno de nuestros sentidos: Ayune pues el ojo que saqueó al alma, ayune el oído, ayune la lengua, ayune la mano, ayune también el alma misma. Ayunen los ojos de miradas curiosas, y de toda licencia, para que dichosamente humillados, si antes vagaban infelizmente en la culpa, estén ahora refrenados en la penitencia. Ayune el oído, que tenía una ansia desordenada de oír, de las fábulas, y rumores, de todo lo que sea ocioso, y no pertenezca de algún modo a la salud del alma. Ayune la lengua de la detracción y murmuración, de las palabras vanas, inútiles y de risa: algunas veces también por el respeto de la gravedad del silencio, ayune aun de aquellas, que otro tiempo pudieran parecer necesarias. Ayune la mano de las señales ociosas, y de todas las obras, que no sean mandadas: pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados, y de la propia voluntad. Pues sin este ayuno todos los demás son reprobados por Dios, como está escrito: Porque en los días de vuestros ayunos se encuentra vuestra voluntad. (Sermón III sobre la Cuaresma)
El camino esta abierto delante de
nosotros, confiemos en la misericordia del Señor, que es compasivo y misericordioso, más que en nuestras fuerzas; nos lo
dice san Pablo: el que se cree seguro,
¡cuidado!, no caiga.
Seamos compasivos como Dios es compasivo;
seamos pacientes con los otros y con nosotros mismos. Volvamos al Señor, espera
nuestros frutos, frutos abundantes, frutos de buenas obras.
Exodo 3, 1-8a. 13-15
Salmo 102 R/. El Señor es compasivo y misericordioso.
I Carta de San Pablo a los Corintios 10, 1-6. 10-12
Lucas 13, 1-9
Fr. J.L.
Parábola de la higuera estéril (1840) Grabado de Jan Luyken para la Biblia Bowyer
Bolton Museum (Lancaster, Reino Unido)