miércoles, 13 de marzo de 2019

Funeral de M. Cecilia

Monasterio de las Huelgas de Burgos

14 de marzo de 2019


Cada vez que participo en un funeral de una monja o de un monje me vienen muchos recuerdos y emociones encontradas.
San Benito, en su Regla, la Regla que seguimos los monjes y las monjas cistercienses, organiza la vida de los monasterios bajando a detalles minuciosos en cantidad de detalles: sobre los momentos de oración (cómo, dónde, cuándo...), sobre la comida, la bebida (horas, cantidades, variedades...), la ropa, las salidas del monasterio, el trabajo manual, la lectura, los horarios...
Curiosamente nada dice de la muerte de un miembro de la comunidad. Daría la impresión de que en la vida monástica, como debería ser en toda vida cristiana, la muerte está asumida e integrada. El que: "él nos lleve a todos juntos a la vida eterna" con que termina el capítulo 72 nos da la pista: la comunidad es para nosotros la herramienta de salvación, taller, altar, calvario.
A lo largo de la prolongada vida monástica de nuestra hermana Cecilia ha tenido ocasión de gozar y sufrir, de vivir lo que es la comunidad.
Desde un pueblo llamado La Aldea, un pueblo que parece sin nombre propio, una chavalita de 17 años, llegó a Burgos, y Burgos significa pequeña ciudad, en la alta edad media cualquier asentamiento de población; nuestra hermana Cecilia salió de un pueblo sin nombre a una ciudad anónima.
Desde su sencillez de niña, de la gente sencilla de la que nos habla el evangelio, fue empapándose de Dios. Lo que recibió en el bautismo, creció en la confirmación, y reavivó por su profesión monástica. Su entrega en la vida diaria pasó por el acompañamiento del coro con el órgano, la sacristía, la ropería...  hasta que la enfermedad la fue retirando de la vida ordinaria. Con todo rezumaba lo aprendido con los años, la obediencia (siempre a la vera de M. Mercedes), la asiduidad al oficio, su colaboración en el lavadero, el estar con la comunidad, dándose sin medida, por sus hermanas de comunidad, al Dios que bien sabía, como Job que: mi defensor está vivo y que al final se levantara a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi piel y con mi carne veré a mi Dios; yo mismo lo veré.
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Te damos gracias, Padre, por la vida de nuestra hermana Cecilia, por su entrega, por sus muchas horas ante al sagrario, por su sonrisa, por sus formas de decir (que -por lo menos yo- nunca sabía si hablaba en serio o en broma) Te damos gracias, Padre, por que siguiendo a Cristo, como Él, cargó con su yugo y aprended de él, que es manso y humilde de corazón, y encontró en él su descanso. Y aprendió y nos enseñó que su yugo es llevadero y su carga ligera.
M. Cecilia, descansa en paz.

Lectura del libro de Job 19:1,23-27
Salmo 26 R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 6, 3-9
Mateo 11:25-30

Fr. J.L.


Madre Cecilia Villa Fresno
"Jesús, yo soy toda tuya,toda tuya y para siempre” 

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