II Domingo de Pascua (C)
A los ocho días estando cerradas las puertas llegó el Señor y les dijo: "paz a vosotros".
Jesús
lleva una semana resucitado... y los apóstoles una semana encerrados en el
cenáculo... por miedo, por susto, por desconcierto, o macerados en la alegría
que trae el Señor de la vida... el caso es que allí siguen y aunque han visto
siguen sin entender, siguen encerrados en el cenáculo y también en si mismos.
Pero
Tomás no estaba con ellos. No estaba
con ellos, estaba fuera, quizás por se más valiente que los demás -encerrados
por miedo- o porque había huido más lejos por lo que les pudiera pasar a los
discípulos tras la muerte del maestro. El caso es que no estaba con ellos y
cuando aparece y le cuentan no da fe. Él necesitaba constatar por si mismo,
tocar y palpar, sentir la profundidad de las heridas de los clavos y la lanza,
meterse por una llaga de muerte de la que brota la vida, como dicen los Padres
de la Iglesia el costado abierto del Señor de donde brota la Iglesia.
Cristo
Resucitado mantiene en su cuerpo glorioso las marcas de la pasión las llagas
permanecen como signo de su amor por todos y según el Papa Francisco son indispensables para creer que Dios es
amor, misericordia, fidelidad.
Llagas,
de las que dice san Bernardo: En ellas
habito con seguridad, sabiendo que él puede salvarme... yo tomo de las entrañas
del Señor lo que me falta, pues sus entrañas rebosan misericordia. Agujerearon
sus manos y pies y atravesaron su costado con una lanza; y, a través de estas
hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir,
puedo gustar y ver qué bueno es el Señor... Pero el clavo penetrante se ha
convertido para mí en una llave que me ha abierto el conocimiento de la
voluntad del Señor... Un hierro atravesó su alma, hasta cerca del corazón, de
modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades. Las heridas que
su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el
gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de nuestro
Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto... No podría
hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender que tú,
Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una
misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a
la condenación. Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No
seré pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia...(De los sermones de san
Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 61, 3-5:
Opera omnia, edición cisterciense, 2, 1958, 150-151))
Llagas
de las que brota vida y la misericordia infinita de Dios.
Pero
volvamos a Tomás, que no estaba con ellos, no estaba en la comunidad, la
comunidad apostólica, eclesial, parroquial, familiar, monástica, comunidad
donde se le encuentra, donde se le ve, y se le toca.
Comunidad
de la que nos habla la lectura que hemos escuchado del libro de los Hechos de
los Apóstoles, de la que todos se hacían
lenguas aunque no se atrevían a juntarse con ellos. Hacían signos, curaban,
se reunían para orar... y el número de los creyentes crecía pues muchos de
adherían a la fe. La vida de la primera comunidad era atrayente, primero y
principalmente, por ser la presencia del Resucitado, después por vivir la fe en
caridad y a caridad encarnada.
No
ocurre ahora lo mismo, o sí. Creo firmemente que nuestra Iglesia mantiene la
presencia del Crucificado, vive la fe encarnada en caridad, las cifras dicen
bastante: La Iglesia reparte su misericordia en 5393 hospitales, 16536
dispensarios, 678 leproserías, 14432 residencias de ancianos, 8968 orfanatos,
11675 jardines de infancia, incontables los millones de voluntarios que
colaboran en mil atenciones.
También
están, y aparecen mucho más en los medios aunque sean menos, los que por su
actitud, abusos de cualquier tipo, el apego al dinero, las dobles vidas...
lógicamente esto no atrae, más bien espanta. Son otras heridas abiertas en el
cuerpo del Señor que es la Iglesia, miembros de la Iglesia necesitados de
perdón y misericordia.
Misericordia
de la que todos podemos dar y esperamos recibir. Llagas por curar que de muerte
dan vida. Que Jesús como entonces se haga presente en nuestras comunidades y
nos deje su paz. y nos llene de alegría.
Sal 117,2-4.22-24.25-27a R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Libro del Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19
San Juan 20,19-31
Fr. J.L.