domingo, 28 de abril de 2019

Domingo de la misericordia

II Domingo de Pascua (C)


A los ocho días estando cerradas las puertas llegó el Señor y les dijo: "paz a vosotros".
Jesús lleva una semana resucitado... y los apóstoles una semana encerrados en el cenáculo... por miedo, por susto, por desconcierto, o macerados en la alegría que trae el Señor de la vida... el caso es que allí siguen y aunque han visto siguen sin entender, siguen encerrados en el cenáculo y también en si mismos.
Pero Tomás no estaba con ellos. No estaba con ellos, estaba fuera, quizás por se más valiente que los demás -encerrados por miedo- o porque había huido más lejos por lo que les pudiera pasar a los discípulos tras la muerte del maestro. El caso es que no estaba con ellos y cuando aparece y le cuentan no da fe. Él necesitaba constatar por si mismo, tocar y palpar, sentir la profundidad de las heridas de los clavos y la lanza, meterse por una llaga de muerte de la que brota la vida, como dicen los Padres de la Iglesia el costado abierto del Señor de donde brota la Iglesia.
Cristo Resucitado mantiene en su cuerpo glorioso las marcas de la pasión las llagas permanecen como signo de su amor por todos y según el Papa Francisco son indispensables para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad.
Llagas, de las que dice san Bernardo: En ellas habito con seguridad, sabiendo que él puede salvarme... yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus entrañas rebosan misericordia. Agujerearon sus manos y pies y atravesaron su costado con una lanza; y, a través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor... Pero el clavo penetrante se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto el conocimiento de la voluntad del Señor... Un hierro atravesó su alma, hasta cerca del corazón, de modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades. Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto... No podría hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender que tú, Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a la condenación. Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia...(De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 61, 3-5: Opera omnia, edición cisterciense, 2, 1958, 150-151))
Llagas de las que brota vida y la misericordia infinita de Dios.
Pero volvamos a Tomás, que no estaba con ellos, no estaba en la comunidad, la comunidad apostólica, eclesial, parroquial, familiar, monástica, comunidad donde se le encuentra, donde se le ve, y se le toca.
Comunidad de la que nos habla la lectura que hemos escuchado del libro de los Hechos de los Apóstoles, de la que todos se hacían lenguas aunque no se atrevían a juntarse con ellos. Hacían signos, curaban, se reunían para orar... y el número de los creyentes crecía pues muchos de adherían a la fe. La vida de la primera comunidad era atrayente, primero y principalmente, por ser la presencia del Resucitado, después por vivir la fe en caridad y a caridad encarnada.
No ocurre ahora lo mismo, o sí. Creo firmemente que nuestra Iglesia mantiene la presencia del Crucificado, vive la fe encarnada en caridad, las cifras dicen bastante: La Iglesia reparte su misericordia en 5393 hospitales, 16536 dispensarios, 678 leproserías, 14432 residencias de ancianos, 8968 orfanatos, 11675 jardines de infancia, incontables los millones de voluntarios que colaboran en mil atenciones.
También están, y aparecen mucho más en los medios aunque sean menos, los que por su actitud, abusos de cualquier tipo, el apego al dinero, las dobles vidas... lógicamente esto no atrae, más bien espanta. Son otras heridas abiertas en el cuerpo del Señor que es la Iglesia, miembros de la Iglesia necesitados de perdón y misericordia.
Misericordia de la que todos podemos dar y esperamos recibir. Llagas por curar que de muerte dan vida. Que Jesús como entonces se haga presente en nuestras comunidades y nos deje su paz. y nos llene de alegría.

Hechos de los apóstoles 5,12-16
Sal 117,2-4.22-24.25-27a R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Libro del Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19
San Juan 20,19-31

Fr. J.L.



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