12 de Octubre de 2019
En la
Palabra de Dios de que hemos escuchado, la primera, tomada del libro de la
Crónicas, nos hablaba del Arca de la Alianza, que presidía al Pueblo de Israel.
La Iglesia la considera prefiguración y anuncio de lo que sería la Virgen
María, Nuevo Arca de la Alianza, en medio de un nuevo Pueblo de Dios. Porque,
como escuchábamos en el Evangelio de san Lucas, ella, en sus entrañas, llevó al
mismo Dios. Por eso “Dichosa la madre que
dio a luz tal hijo”. Finalmente, y ya metidos propiamente en la Fiesta
que celebramos, hemos recitado con el Salmo 26, “el Señor me ha coronado de gloria y sobre la columna me ha exaltado”. Así
es Nuestra Señora del Pilar.
El
Concilio Vaticano II nos recordó que María, La Virgen, es espejo de todas las
Virtudes humanas. También el Papa Francisco nos recuerda que la Virgen tuvo al
menos cinco detalles valiosos y actuales para nosotros: el sí a la Vida, la
“prontitud” para atender a los demás, el estar cerca de los más necesitados, el
espíritu de contemplación de las cosas de la vida a la luz de Dios y,
finalmente, la audacia para abrir nuevos caminos de evangelización.
Pero es la
oración colecta quien nos reenvía a la temática del domingo pasado, si
recordáis hablábamos de la fe y la esperanza que nos llevaban a la caridad. Hoy
hemos pedido al Señor que nos dé, por medio de su Madre, «fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor».
Fortaleza en la fe. Como su prima Isabel le decimos a María:
«Dichosa tú que has creído» (Lc 1, 45). Ella creyó y confió siempre en Dios. Siempre
unida a Dios con la firmeza indestructible de su fe. Una fe que se tradujo en
actitud de permanente disponibilidad: «Aquí está la esclava del Señor. Hágase
en mí según tu Palabra» (Lc 1, 38).
Seguridad en la esperanza. Todos buscamos seguridad,
buscamos apoyos, raramente en la fe. María permaneció fielmente unida a su Hijo,
en la hora de la Pasión, en comunión de amor, dolor y esperanza. Conservó la
esperanza el sábado santo cuando parecía que todo había terminado.
Según la
piadosa tradición, María visitó y confortó al apóstol Santiago, que predicaba
el Evangelio junto al río Ebro a su paso por Zaragoza. Ella alentó a Santiago
en el comienzo de los duros trabajos por el Evangelio. También hoy, la Madre
del Señor, nos impulsa y acompaña en nuestra evangelización para actuar con
firmeza de fe y audacia apostólica. No hay transmisión del Evangelio sin María,
como no hay alumbramiento sin madre, ya que el Evangelio es el mismo
Jesucristo, no simples palabras, ideas o principios.
Constancia en el amor. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado». María ha vivido a la
sombra del Espíritu y bajo sus impulsos durante toda su vida. Este amor, que
llenó su corazón, le proporcionó una mirada nueva para ver la realidad. Nada
humano le fue extraño. Todo lo miró y lo vivió desde la mirada de Dios sobre
ella.
Haznos
Señor, por María: fuertes en la fe,
seguros en la esperanza y constantes en el amor.
A María
nos encomendamos. Pedimos por nuestras familias, amigos y bienhechores,
recordamos a la Guardia Civil y a cuantos se acogen bajo el patrocinio de la
Virgen del Pilar; también a todos difuntos, especialmente a los que han muerto
cumpliendo su deber, que, bajo el manto protector de la Virgen del Pilar, gocen
ya del premio eterno.
Que María,
la Virgen del Pilar nos conceda amar más y mejor a Jesús, su Hijo, y que a
todos, nos ayude a ser más hermanos y solidarios unos de otros.
1 Libro de las Crónicas 15,3-4.15-16;16,1-2
Salmo 26 R/. El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.
Evangelio de san Lucas 11, 27-28
Fr. J.L.
Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y a sus discípulos zaragozanos
Francisco de Goya (1767). Colección Pascual de Quinto (Zaragoza)