II Domingo de Pascua
Los
primeros cristianos han sido siempre ejemplo para la vida cristiana,
especialmente para la vida comunitaria. Vivían en una unidad tan armónica que
para encontrar algo similar debemos remitirnos casi al paraíso recién creado.
Unidad de pensamiento, de sentimiento, de acción y de posesión. Valentía en
testimoniarla fe vivida. Vida que contagiaba.
Y
algo que ya nos gustaría que dijeran hoy de los cristianos: todos eran muy bien vistos. La armonía
nueva se ve bien, aunque a reglón seguido dice el texto que: no se atrevían a juntarse con ellos (siempre
me ha intrigado esta frase y no he encontrado una explicación lógica).
Entonces
como hoy una vida coherente es más atractiva que muchos sermones y los sermones
casi siempre tienen demasiadas palabras.
El
vivir la fe en Cristo resucitado, esa fe que vence al mundo cambia vidas, la
propia y la de quien nos rodea. Cuando alguien descubre o se encuentra con
Cristo, descubre el Todo y ante el Todo no puede haber más; en Cristo, que vino
con agua y con sangre, hay dolor, hay pasión, hay muerte y sobretodo
resurrección… aunque casi siempre nos quedamos a media escalera, en los azotes,
o en la esponja con vinagre..., terminar el recorrido supone llegar a la
gloria, resucitar.
Y
como un día nuevo, el primero de la semana, una vida nueva surge a tientas, con
miedo, como los apóstoles que estaban encerrados por miedo, miedo que torna en
gozo al presentarse Jesús en medio de ellos.
Curiosamente
es siempre Jesús quien se aparece, cuando van en su búsqueda o no lo
encuentran, o lo confunden con otro. Y dado que la fe "no alcanza"
son los sentidos los que abren el conocimiento de los apóstoles, “Mirad mis manos y mis pies” tocad; y se
llenan del gozo que produce la presencia de Dios, su cercanía, su paz “paz a vosotros”… Cristo, su paz, llena
siempre a quien le busca, y es su presencia en medio de nosotros quien da
sentido a nuestra vida, quien da fuerza, quien envía a predicar, a compartir lo
vivido.
El
aliento del Resucitado, el Espíritu Santo, es la esencia de la misión, id y predicad, en otro sitio había
dicho: sin mí no podéis hacer nada (Jn
15, 5) ¿Qué predicar si no es a Jesús Resucitado? Es más fácil hablar mucho
sin decir nada que hablar poco diciendo mucho, ojala dejásemos hablar más al
Señor: ...no os
preocupéis de antemano por lo que vais a decir, sino que lo que os sea dado en
aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el
Espíritu Santo. (Mc 13, 11)
Tomás no estaba con ellos... Cuántas
veces cómo Tomás estamos fuera de juego, ni en el momento, ni en el lugar y
para colmo cuando nos cuentan "la Gran
Noticia " nos hemos dejado la fe en casa. Grande Tomás,
que nos descubrió una vez más la gran paciencia de Dios para con nosotros y una
de las oraciones más repetidas a lo largo de la historia: ¡Señor mío y Dios mío! pero más grande la promesa del Señor: Dichosos los que crean sin haber visto.
Ver
con fe, ver desde la fe... o encontrar a Cristo hoy muerto y resucitado por las
huellas de la pasión: mirad mis manos y
mis pies. Hoy también podemos encontrar al Resucitado padeciendo en
nuestras calles, en nuestras comunidades, en nuestro entorno, muy cerca de
nosotros, en los llagados por el paro, por la enfermedad, por la falta de
recursos y ayudas, por la soledad... las huellas de la pasión son la marca de
identidad del Resucitado: Mirad mis manos
y mis pies... soy yo en persona...(Lc 24, 39) ...lo que hicisteis a uno de
estos, a mí me lo hicisteis... (Mt 25, 40) Miremos hoy con fe las huellas
de la Pasión ,
busquemos con fe y sin miedo al Resucitado que vive y actúa entre nosotros.
Fr. J.L.
Hechos de los Apóstoles 4, 32-35Sal 117 ,2-4.16ab-18.22-24 R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia
Primera carta del apóstol san Juan 5, 1-6Juan 20, 19-31
Cristo resucitado visita a su Madre acompañado por los Padres de la Iglesia de Lorenzo Pasinelli (1657)
Certosa di San Girolamo, Bolonia
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