III Domingo de Pascua
El
encuentro con el Resucitado es necesariamente materia para compartir. Quien se
encuentra con Dios no puede sino comunicarlo, contar su experiencia.
Encontrarse con Dios e intentar quedárselo para uno sólo es como si uno
quisiera casarse solo y además comerse el banquete preparado para los 200
invitados, es demasiado para uno, o desiste y comparte o revienta en el
intento. Así es Dios, demasiado para uno, obligado de compartir.
Sin querer -o
queriendo- nos obliga a ser comunidad. Comunidad que se reúne para encontrarse,
para hablar de Señor y compartir sus experiencias. Comunidad donde el Señor se
hace presente con el saludo pascual: paz
a vosotros (también siempre en un plural-comunitario) Comunidad que
comparte el gozo y el miedo, la sorpresa, la alarma, la duda... pero donde
Cristo se hace presente... paz a
vosotros.
Y reiteradamente en las apariciones
Cristo muestra, desde su humanidad herida, el misterio de la resurrección. Mirad mis manos y mis pies. Palpadme y daos
cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Es
Santa Teresa de Jesús, de quien celebramos ahora el V Centenario de su
nacimiento, es la gran defensora de la Humanidad de Cristo, el Dios humanado.
Todo
estaba escrito en la
ley, en los profetas, en los salmos, todo estaba escrito y a hechos pasados es
fácil aplicar la Escritura
a la persona de Jesús. El camino inverso no debió resultar tan fácil, de hecho
hay tenemos a los apóstoles atrincherados en sus dudas y sus miedos. Todo estaba escrito pero faltaba la Luz que aclarase y diese
sentido, la Luz
"que no produce sombras" -como nos recordaba Teodoro de Studion
(monje bizantino del siglo VIII) esta semana en una lectura en los maitines-. Todo estaba escrito pero ni sabíamos
leerlo ni podíamos entenderlo. Todo
estaba escrito pero sin el Espíritu Santo es letra muerta.
Cristo resucitado es el sentido y la
fuerza de la vida. Cristo es el poder de Dios encarnado... para curar enfermos,
para perdonar pecados, para dar vida... Se le puede ignorar y vivir como si tal
cosa; pero a quien le conoce y le reconoce como Dios no le queda más posibles
que amarle y vivir según Él. Cristo es nuestro abogado ante el Padre, nuestro
intercesor, nuestra mejor herramienta para forzar la inmensa misericordia de
Dios. Y no sólo nuestro sino del mundo entero, pues por todos se entregó en la
cruz.
Fr. J.L.
Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19 Sal 4, 2. 7. 9 R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, SeñorPrimera carta del apóstol san Juan 2, 1-5Lucas 24, 35-48
Abrazo de Cristo a San Bernardo, procedente del Monasterio de Santa María de
Rioseco (Burgos) actualmente en la Iglsia del Monasterio de Cardeña.
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