Pregón de Semana Santa de nuestro hermano Fr. José Luís Galiana en la Parroquia de San Juan Bautista en Arucas (Gran Canarias)
SALUDO
Quisiera
agradecer y saludar a cuantos hoy participáis en este Pregón de la Semana Santa
de Arucas.
Agradecer,
porque es de bien nacido ser agradecido, aparte de porque puede ser arriesgado
invitar a tal negocio a un “joven” monje del Cister, anclado en la Vieja
Castilla.
Agradecer por
querer que comparta con vosotros, en la distancia y en diferido estos
pensamientos de un Dios muy particular, ya que Dios es Uno y Trino, pero además
cada uno tenemos el nuestro… porque Dios es así de grande.
Agradecer que
sea en este año jubilar de la MISERICORDIA, y porque el Señor ha tenido gran
misericordia conmigo puedo hablar desde del corazón.
Saludar a todos,
desde la Península, la distancia, la obediencia, la clausura… las nuevas
tecnologías y el empeño de los organizadores han hecho esto posible.
Saludar a los
que me conocen y a los que no, pero que hoy, juntos, nos asomaremos a las
llagas de Cristo y desde ellas encarnaremos en muestras vidas la pasión en
nuestros días.
Muchas gracias
Parroquia
de San Juan Bautista
Arucas
(Gran Canarias)
11
de marzo de 2016
LLAGAS DE MISERICORDIA
No hay Semana
Santa sin Pasión, ni Pasión sin dolor.
Las llagas son
el resultado de ese proceso.
Heridas abiertas
por las que se escapa la vida.
Heridas cruentas
que gritan dolor.
Heridas sufrientes
que siguen hoy sangrando.
Heridas que
anuncian gloria y salvación
Los misterios
que celebramos tienen 2000 años de actualidad, pasaron, pasan y pasarán. Dios
hoy sigue salvando. Dios sigue sufriendo la Cruz.
Estamos
acostumbrados a contemplar las llagas y quedarnos con lo que de ellas sale:
sangre, suero, agua, dolor.
Sangre y agua de
la que los Padres antiguos dicen que nace la Iglesia.
Sangre que lava
la culpa de Adán enterrado según la iconografía oriental a los pies de la Cruz,
y en él la de toda la humanidad.
Es
el drama de amor que alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. Dios derrama su
ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia
encarnada»[1]
Hagamos juntos
un recorrido distinto:
LLAGAS DE PASIÓN
Las santas
Matilde y Gertrudis de Helfta, dos grandes monjas del medievo, fueron devotas
de las Santas Llagas,
Gertrudis recitaba diariamente una oración en honor a las 5466 llagas que, de
acuerdo a la tradición, fueron infligidas a Jesús durante su Pasión.
Nosotros
sólo nos detendremos en las cinco llagas de la cruz.
Después de
celebrar la cena de Pascua con sus discípulos se retiró, como de costumbre, al
huerto de los Olivos -costumbre de orar, acostumbrados al lugar- pero este
momento de oración no fue como otras veces, ya fue pasión.
Allí unos de los
suyos, de los íntimos le entrega a los judíos...
Al que yo bese, ese es, prendedlo[
...Con un
beso...
Lo que puede
doler un beso.
Maniatado,
golpeado,
zarandeado,
... a Caifás,
al Sanedrín,
ante Pilatos...
Tres juicios,
tres farsas,
y por medio,
tres negaciones
del primero entre los apóstoles.
Flagelado,
coronado,
mofeado...
Aquí tenéis a vuestro Rey[
... un payaso...
y ante una
sinrazón gritona la sentencia: Morirá en Cruz.
Cuatro clavos.
Cuentan los
manuales que el recorrido de Cristo por la Cruz fue el más duro de los posibles, la crucifixión
llamada cruenta, la más sádica y dolorosa, por lo mismo, la más salvadora.
Desnudarlo de sus ropas, ensangrentadas y sucias, pegadas al cuerpo por las
muchas heridas y la carga del madero, era una de las mayores humillaciones para
un judío formal: mostrado desnudo.
Tumbado con la
espalda en tierra,
los ojos idos al
cielo,
atado ya en el
patíbulo traído en sus espaldas,
le clavaron las
manos,
golpe tras
golpe,
clavo por mano.
Izado el
travesaño en el madero ya hincado
se siente el
golpe del encajado.
sobre su cabeza cuelgan
la sentencia.
Y le clavan los
pies,
uno sobre otro,
con un solo
clavo.
Y esperar...
Los sudores
llegan,
la sed araña,
las heridas
sangran,
el cuerpo pesa,
el aire falta,
la vida escapa,
el Hombre acaba...
La quinta llaga, una lanzada.
La ley romana
prescribía que los cuerpos de los crucificados fuesen quemados o arrojados a las
fieras o terminados de matar por el hambre o quebrantados en sus piernas o
alanceados, este fue el final de Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos.
Lanzada
perfecta,
clavada de
experto,
entre dos
costillas,
directa a la
esencia.
Sin romper un
hueso.
Como cordero[ llevado al matadero… se deja tumbar o cae simplemente en tierra, los azotes de
la flagelación vuelven a sentirse desde los pies a la cabeza[;
se deja clavar; se deja alzar; se deja coronar en cruz como rey de los judíos[,
y a su derecha y a su izquierda[,
en este nuevo reino, dos ladrones, estimándole como el mayor de ellos[.
Traspasado por una lanza.
Llagas en el
cuerpo del Hijo amado que tantas veces tuvo en sus brazos, nunca como ahora,
María la madre. Llagas sentidas en cuerpo propio, encontradas en aquella espada
anunciada para el día que traspasara su alma. Llagas en cuerpo de Hijo,
sufridas en entrañas de Madre.
Llagas que María
Magdalena siente sufriente en la desesperanza de no encontrar el cuerpo del
maestro buscado y deseado en la aurora del domingo.
Llagas que Tomás
tiene que ver y tocar para encontrarse resucitado con Cristo y palpar la fe del
Señor mío y Dios Mío.
LLAGAS DE LUZ
Jesús
nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar
nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus
llagas, que es el misterio de su amor misericordioso
A
través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de
Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena -llena de compasión por los más
pequeños y los enfermos-, su encarnación en el seno de María. Y podemos
recorrer hasta sus orígenes toda la historia de la salvación: las profecías -especialmente
la del Siervo de Yahvé-, los Salmos, la
Ley y la alianza, la liberación de Egipto, la primera pascua
y la sangre de los corderos sacrificados; e incluso hasta los patriarcas,
Abrahán, y luego, en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que grita
desde la tierra. Todo esto lo podemos verlo a través de las llagas de Jesús
Crucificado y Resucitado y, como María en el Magnificat, podemos reconocer que su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación
San
Bernardo, en su comentario al Cantar de los Cantares[16], se
detiene justamente en el misterio de las llagas del Señor, usando expresiones
fuertes, atrevidas, que nos hace bien recordar hoy. Nos presenta las
llagas como refugio del alma:
¿Dónde podrá hallar nuestra
debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En
ellas habito con seguridad, sabiendo que él puede salvarme. Grita el mundo, me
oprime el cuerpo, el diablo me pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy
cimentado sobre piedra firme. Si cometo un gran pecado, me remorderá mi
conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor.
Él, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero
que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo que
tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna
dolencia, por maligna que sea. Por esto, no tenía razón aquel que dijo: Mi
culpa es demasiado grande para soportarla. Es que él no podía atribuirse ni
llamar suyos los méritos de Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya
cabeza es el Señor. Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta,
pues sus entrañas rebosan misericordia. Agujerearon sus manos y pies y
atravesaron su costado con una lanza; y, a través de estas hendiduras, puedo
libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y
ver qué bueno es el Señor. Sus designios eran designios de paz, y yo lo
ignoraba. Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién fue su consejero?
Pero el clavo penetrante se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto
el conocimiento de la voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través de
esta hendidura? Tanto el clavo como la llaga proclaman que en verdad Dios está
en Cristo reconciliando al mundo consigo. Un hierro atravesó su alma, hasta
cerca del corazón, de modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis
debilidades. Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su
corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable
misericordia de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo
alto. ¿Qué dificultad hay en admitir que tus llagas nos dejan ver tus entrañas?
No podría hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender
que tú, Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una
misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a
la condenación. Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré
pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la
misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque
tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante
fue la gracia. Y, si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré
eternamente las misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia?
Señor, narraré tu justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues
tú has sido constituido mi justicia de parte de Dios.
Es
este, hermanos y hermanas, el camino que Dios nos ha abierto para que podamos
salir, finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte, y entrar en la
tierra de la vida y de la paz. Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y
Resucitado, y especialmente lo son sus llagas llenas de misericordia.
LLAGAS ABIERTAS
La
misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar
un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro
el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros,
impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de
misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se
traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo
en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo,
visitarlo, consolarlo y educarlo.
Las nuevas llagas están a nuestra puerta, como otro Lázaro gritando desde su
silencio y nuestra insensibilidad por cada martillazo sobre los clavos. Lázaro
es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y quizás ignoramos.
Tiempo,
el presente para despertar nuestra conciencia y para entrar todavía más en las
llagas de Cristo y en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los
privilegiados de la misericordia divina».
En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como
cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que
nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado».
Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento
del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como
Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias
y caer rostro en tierra adorando.
Ante
este amor fuerte como la muerte,
el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es
rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es
esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para
servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima
convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el
poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este
engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre
Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa,
y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Y este
ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual
resuena siniestramente el demoníaco seréis
como Dios
que es la raíz de todo pecado.
Las
cifras hablan por sí solas. La situación social nos grita, quizás hasta nos
duele en carne propia.
Hoy
en España algo más del 29% de la población viven bajo el umbral de la pobreza o
en riego de exclusión social, 400.000 en pobreza severa. Dar de comer al hambriento, dar
de beber al sediento, vestir al
desnudo... comida, bebida, ropa que seguro no nos sobra, pero que
compartida tendrá el aliño de la fe y de la misión bien realizada.
Las
encuestas hablan de 250.000 enfermos terminales,
casi el 8% de la población vive en soledad,
a veces, abandonados cuando se convierten en una carga para sus cercanos y ya
han dado todo lo que física y económicamente podían aportar. La soledad es hoy
la enfermedad de muchos mayores aparcados cuando ya no nos son útiles... Visitar al enfermo.
Visitar a los presos, hoy no es tan fácil -es el propio recluso
quien pide o acepta la visita-. En Burgos (y perdonad que os hable de los que
tengo cerca) el capellán del Centro Penitenciario local ha invitado a los creyentes
de la diócesis a acercarse a la Eucaristía dominical en la capilla de la
cárcel, quizás no sea un visitar formal pero sí es un estar cerca y compartir
-por lo menos- una fe que es la misma en situaciones tan distintas y una a
pesar de los barrotes, los guardias y las cámaras de seguridad. Y sobre todo
rezar juntos. De todos modos hay otras muchas cárceles sin rejas ni guardias,
lo mismos que hay muchas enfermedades que no se curan con medicinas, sino con
pura misericordia.
Dar posada al peregrino. Otra obra de Misericordia que hoy nos
cuesta entender, pero hasta no hace tanto -sobretodo en el ámbito rural- era
fácil y común recibir en la propia casa a los viandantes, hoy desconfiamos de
todo y de todos y seguramente la propia legislación civil lo restrinja. San
Benito, en la Regla que seguimos los monjes, al hablar de la acogida dice que
se reciba al que se acerca al monasterio como si del mismo Cristo de tratase...
Esta debería ser la forma de vivir las Obras de Misericordia, obras hechas al
mismo Cristo en los muchos Lázaros que andamos por el mundo, porque todos somos
Lázaros necesitados de misericordia y todos podemos dar misericordia.
Enterrar a los muertos... Hay dos entierros -tengo cercana la
muerte de mi padre y lo mantengo-, dos entierros, el del cuerpo del fallecido
del que ya se encargan empresas al uso y el entierro de las muchas emociones y
ataduras que tenemos con los difuntos. En las dos podemos estar, en la segunda
la misericordia tiene que sobreabundar.
En
España hay, en pleno siglo XXI, más 800.000 personas que no saben ni leer ni
escribir.
Quizás el enseñar al que no sabe no
lo tengamos que buscar hoy en lo cultural sino en lo vivencial, enseñar a
vivir. Y quien enseña al que no sabe y le enseña a vivir está dando
buen consejo a quien lo necesita. Vivir con misericordia que es lo mismo
que con dignidad; en fraternidad porque no somos islas; en pluralidad porque
somos muchos y distintos, pues Dios nos ha hecho así y así nos ama. Y con todo
habrá que corregir al que se equivoca,
que también es educar, y educar sin imponer; que es como acariciar el intelecto
sin arañar.
Perdonar a los que nos
ofenden... qué bien
suena, y está colocada entre las obras de misericordia espirituales, pues
perdonar no es cuestión de la razón sino del corazón y desde la fe. Somos muy
sensibles a lo que nos hacen sin serlo tanto para lo que nosotros hacemos, y
ofender el muy fácil a la vez que gratuito. El perdón no se impone, no se
perdona porque sí, no podemos pedir a alguien que perdone a quien le pega, a quien
le quita sus cosas, a quien le hace llorar, pero sí podemos enseñar y aprender
a amar desde la misericordia al otro a pesar de que haga esas cosas y además
juntos entender lo que no se tiene que hacer a los demás. Si aprendemos a amar
a los otros a pesar de sus debilidades, podremos entender que Dios nos ama a
pesar de nuestras infidelidades, porque si nosotros somos capaces de perdonar,
cuanto más Él que antes de hacer mal las cosas ya nos ha amado y después nos
sigue amando. Aún con todo y con la ayuda de Dios, quizás tengamos que recurrir
a sufrir con paciencia los defectos del
prójimo, y a ejemplo de Cristo padecer calladamente y orar por los enemigos
porque a veces no saben lo que hacen.
Consolar al triste. Cuanto triste encontramos hoy por el mundo,
en las calles, en el trabajo, hasta en las iglesias. Gente desilusionada, sin
esperanza ni ganas de esperar; gente derrotada antes de intentar nada. Hoy el
consolar de esta buena obra quizás lo tengamos que traducir por animar,
ilusionar..., y el mejor modo es compartir la alegría que nos da el sabernos
hijos de Dios. El hoy beato Papa Pablo VI escribió hace ya cuarenta a años
-también en el contexto de un Año Jubilar- sobre la alegría
como esencia de la humanidad y reflejo de una vida cristiana.
Y
rezar por los vivos y los difuntos.
Es la última y la más llevadera de todas las obras de misericordia. Rezar es
hasta fácil. Pero rezar por los vivos y los difuntos que no son los nuestros es
otro cantar; rezar por los que no nos caen bien, por los que nos ofenden, por
quien es nuestro rival en la escuela o el trabajo y hasta en la fila del paro.
Orar por los nuestros, los que no son los nuestros, los de enfrente y los
opuestos, orar por los enemigos.
Orar
por aquellos que nadie ora.
Orar
por los que no saben orar.
La
oración de un justo es poderosa y eficaz, dice el apóstol Santiago.
Orar
es pedir ayuda a Dios para aquello que nosotros solos no podemos hacer, y si
Dios está con nosotros, quien estará contra nosotros.
Orar
"por" y orar "con". El hecho de orar juntos cuantas cosas
puede arreglar dejado que Dios haga su parte y reparta sus dones.
Que
este caminar en la Cuaresma buscando y dando misericordia nos lleve a descubrir
a Cristo sufriente y salvante en cuantos hoy necesitamos la misericordia de
Dios y la misericordia de los hombres.
Que
sus llagas, hoy abiertas, sean fuente de misericordia para todos.
Feliz
y santa Semana.
Feliz
año de la Misericordia.
Que
juntos resucitemos con Cristo.
fr.
José Luís Galiana
Monasterio
Cisterciense de San Pedro de Cardeña
Burgos
Parroquia de San Juan Bautista en Arucas (Gran Canarias)