V Domingo de Cuaresma (Ciclo B-2016)
El
relato de la mujer adultera es el eje central del Año de la Misericordia en que
la toda la Iglesia a la zaga del Papa Francisco estamos inmersos.
El
relato lo conocemos, una mujer sorprendida en adulterio es presentada ante
Jesús para que imparta justicia. Pero la justicia según Dios es siempre de
curiosa aplicación. El delito es grave pero la misericordia de Dios es mayor
que cualquier pecado. ¿Donde están tus
acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?... Tampoco yo te condeno. Anda y en
adelante no peques más. El único que puede juzgar y condenar es quien
perdona sin pedir pelos y señales, sin hurgar en la herida, sin pedir
explicaciones, sin hundir para justificar un reflote.
Tanto
la lectura de Isaías como la carta a los Filipenses hablan de renovación: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo
antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante. La
misericordia y el perdón es la nueva política para el nuevo reino. Donde el
amor prevalece a la injusticia que a veces surge de la justicia, y la
antigüedad (los mayores en edad, dignidad, gobierno...), ni el mucho saber, ni
el más justificar (llámense escribas y fariseos) y a la pura justicia.
El
nombre de Dios es Misericordia, los tiempos son nuevos, la justicia caritativa,
los hombres fraternos y Dios Amor.
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