Hoy celebramos a los santos apóstoles Pedro y
Pablo, titulares de este monasterio; columnas de la Iglesia universal.
La Iglesia une en una única celebración el
primado de Pedro y el afán misionero de Pablo; las dudas, negaciones y
arrepentimientos del primero y la entrega -casi radical- del segundo; al tosco
pescador de Galilea con el docto alumno de la escuela de Gamaliel. Dos polos
opuestos que atraían en una sola dirección, Jesús, el Hijo de Dios muerto y
resucitado para la salvación del mundo.
Los dos vivieron y sufrieron mil peripecias por
el Reino de Dios.
En la primera lectura hemos escuchado la
liberación de Pedro, encarcelado para ser ejecutado y bien custodiado, pero la
Iglesia oraba insistentemente a Dios por él y un parco ángel le saca de
prisión: date prisa, levántate. Ponte el cinturón y las sandalias. Échate el mato y sígueme. Con su rudeza
habitual le costó darse cuenta de la realidad: Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las
manos de Herodes y de la expectación de los judíos.
La Iglesia oraba
insistentemente a Dios por él. Esta frase nos coloca en nuestros días y en el
Papa Francisco, el sucesor de Pedro, y su insistencia ya habitual: y no se olviden de rezar por mi, con que
termina cada audiencia, cada discurso, cada saludo,... La Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Y Dios lo asistió,
Dios manto a su ángel.
La parte de la segunda carta de San Pablo a
Timoteo que hemos escuchado como segunda lectura, suena y es en verdad la
despedida de un maestro a su discípulo, de dos colegas en el trabajo de la viña
del Señor, de dos amigos unidos en la caridad que sólo viene de Dios. En otros
textos Pablo cuenta sus muchos percances en el trabajo por la extensión del
Reino, las dificultades y reticencias con los apóstoles y discípulos que
conocieron a Jesús vivo antes de la pasión muerte y resurrección, sus problemas
con los de casa y con los de fuera. Ahora presiente el final: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el
momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido
hasta la meta, he mantenido la fe. A veces lo último es lo más importante: he mantenido la fe. Todo lo gozado y lo
sufrido , todo y sólo ha sido para mantener la fe, para dar a conocer como dirá
en otro sitio (2Cor 4, 7) este tesoro que
llevamos en vasijas de barro.
Hasta aquí nos quedan dos cosas claras: El poder
de la oración de la comunidad eclesial y esto ya estaba anunciado: (Mt 18, 20) Donde dos o tres se reúnan en mi nombre,
allí estoy yo, en medio de ellos. (Mt 21, 22) Todo lo que pidáis con fe en mi nombre se os concederá. Y la ciega
confianza de estos dos apóstoles: (Mt 14, 28) Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. (Lc
5, 5) ...en tu nombre echaré las redes.
(2Tim 4, 8. 17) Ahora me aguarda la
corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; ...
El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del
cielo.
Del Evangelio que hemos escuchado resuena para
cada uno de nosotros la pregunta de Jesús a sus discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Podríamos dar mil
respuestas, escribir unos cuantos libros, alargar las predicaciones...
Seguramente todo o gran parte sería correcto,
pero también podríamos, como Pedro y como Pablo, dejar que nuestras vidas hablen,
dejar hablar a nuestras buenas obras, cada uno en su puesto, con su gente,
viviendo en respuesta a la llamada al seguimiento de Jesús, a la vocación a la
santidad, como nos recuerda el Papa Francisco.
Recordemos en este día al Papa Francisco,
depositario de las llaves del reino de
los cielos tan simbólicas como eficaces. Recordemos a nuestro obispo Fidel
y a todos los obispos, sucesores de los apóstoles, que confían en la oración de
su pueblo y se abandonan en las manos de Dios para que su trabajo de fruto.
Pidamos por la unidad de la Iglesia. Por las iglesias jóvenes y viejas, por la
extensión del reino de Dios a todo el mundo.
Que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, intercedan
por todos nosotros.
Salmo 33 R./ El Señor me libró de todas mis ansias
Segunda carta a Timoteo 4, 6-8, 17-18
San Mateo 16, 13-19
Fr. J.L.
Figuras San Pedro y San Pablo (centro y derecha) en el timpano de la portada de la
Iglesia de San Pedro de Cardeña (s. XV)
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