sábado, 20 de junio de 2020

Confiar


XII Domingo del Tiempo Ordinario (A)


Tiempo ordinario. Nueva normalidad. Verano. Tres tiempos en una única circunstancia.
Tiempo ordinario. Regresamos al color verde en los ornamentos, al tiempo llamado ordinario, en él recorreremos las enseñanzas de Jesús hasta la vuelta del adviento el próximo diciembre, aunque eso no significa menos intenso y menos lleno de espiritualidad que cualquiera de los otros tiempos litúrgico.
Tiempo de nueva normalidad. Anormal normalidad en la que guardamos distancias, cubrimos nuestras caras, andamos con miedos…
Tiempo de verano, hoy comienza el verano. Tiempo de luz y calor, de vida en explosión, de recoger frutos.
Si algo resuena en las lecturas de este domingo es el sentido de confianza.
Confianza como la del profeta jeremías cuando a su alrededor siente que es asediado y atentado en su palabra y su vida. Como la del Evangelio, donde se nos compara con los gorriones, la más simple de las aves, de la que también se ocupa el Señor.
Confianza. Aún en los tiempos que vivimos, tiempos de crisis extrema, crisis en todas las facetas humanas: sanitaria, laboral, relacional, económica, educativa, política… y me atrevería a añadir también espiritual.
La Real Academia de la Lengua define “pandemia” como: Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Y la pandemia actual se adapta a la definición. Pero añadiría que también ataca, o mejor mina, a la persona humana desde su más íntimo ser. La limitación de trato y comunicación, laboral, social, espiritual… ciertamente deshumaniza, porque el hombre –por definición- es un ser animado racional, pero sobre todo relacional.

El Papa Francisco, mediada la cuarentena y casi terminando la cuaresma, nos invitaba a convertir el miedo en confianza y la angustia en esperanza.

Decía: Tú podrías objetar: “¿Qué hago de un Dios tan débil, que muere? Preferiría un Dios fuerte, un Dios poderoso”. Pero, sabes, el poder de este mundo pasa, mientras el amor permanece. Sólo el amor guarda la vida que tenemos, porque abraza nuestras fragilidades y las transforma. Es el amor de Dios que en la Pascua sanó nuestro pecado con su perdón, que hizo de la muerte un pasaje de vida, que cambió nuestro miedo en confianza, nuestra angustia en esperanza. La Pascua nos dice que Dios puede convertir todo en bien. Que con Él podemos confiar verdaderamente en que todo saldrá bien. Y esta no es una ilusión, porque la muerte y resurrección de Jesús no son una ilusión: ¡fue una verdad! Por eso en la mañana de Pascua se nos dice: “¡No tengáis miedo!” (cf. Mt 28,5). Y las angustiosas preguntas sobre el mal no se esfuman de repente, pero encuentran en el Resucitado la base sólida que nos permite no naufragar.

Ante los momentos de persecución, de duda, de prueba, de crisis… Jesús transmite confianza y valor a sus discípulos, les exhorta a no tener miedo. Para que los discípulos de entonces y los cristianos de ahora superemos esos miedos y la angustia que nos supone nos dice: No hay nada encubierto que no llegue a saberse. No temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma. Vosotros valéis mucho más que muchos pajarillos.

Los cristianos deberíamos recordar a menudo estas palabras de Jesús que nos invitan a superar nuestros miedos ante los nuevos retos que la sociedad nos va planteando.
Tiempo ordinario. Tiempo de nueva normalidad. Tiempo de Verano.
Siempre tiempo de Dios.

Jeremías 20, 10-13
Salmo 68    R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor
San Pablo a los Romanos 5, 12-15
San Mateo 10, 26-33

Feliz Domingo
Fr. J.L.

Triunfo de la Eucaristía (1662-1665). Esteban Murillo
Colección privada (España)




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