XVI Domingo del Tiempo Ordinario (A)
El
capítulo 13 del evangelio de Mateo que comenzamos a leer el domingo pasado,
leemos hoy y terminaremos el próximo, es el capítulo de las parábolas de Reino,
las parábolas del crecimiento: el Reino
de los cielos se parece… Si recordáis, hace una semana, se nos hablaba del
sembrador y de la cosecha al 30, al 60 o al 100 por uno.
Hoy
también se nos habla del campo, pero de frutos no deseados, la cizaña; y en la
versión larga del texto elegido para este domingo nos habla también, del grano
o semilla de mostaza y de la levadura.
Cosas
que en el momento de hablar Jesús a la gente todos debían conocer, hoy quizás
no podamos decir lo mismo. Estamos en tiempo se recolección –se escucha el
runrún de las cosechadoras- y ciertamente este año las epigeas están en sazón;
durante el confinamiento algo que faltaba en los supermercados era “harina
fuerte”, la de panificar, y según las estadísticas la mitad de la población
debido hacer pan en casa; lo del grano de mostaza lo tenemos más difícil,
personalmente los que he visto han sido traídos por peregrinos desde Tierra
Santa y nunca han enraizado.
Un
par de ideas sacamos de las tres parábolas: cuál es nuestra misión en el mundo
y que esa misión –a veces- no será lo que nos gustaría que fuera.
En
nuestra vida, nuestro mundo, nuestra iglesia, nuestra comunidad, nuestra
familias… siempre vamos a encontrar trigo y cizaña, juntos pero no revueltos, y
la cizaña (y pongamos este nombre a lo que queramos) siendo mala hará que el
trigo, al final, a la hora de la cosecha, sea mejor, brille más. Cuantas cosas
en la vida, el mundo, nuestro entorno… no nos gustan, nos hacen mal, y vemos –o
nos parece- que Dios lo permite… La paciencia de Dios y el juicio de Dios se
parecen poco a los nuestros. Nos decía en la primera lectura como el juicio de
Dios está enmarcado en moderación, lleno de paciencia y gran indulgencia: Dejadlos crecer juntos... El poder de
Dios sólo se puede entender desde su gran misericordia, su indulgencia y su
perdón. Este es el camino a seguir por los creyentes desde una confianza
humilde, por eso: El Espíritu viene en
ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos
conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su
intercesión por los santos es según Dios. (2ª lectura)
La
levadura y el grano de mostaza también hacen referencia al Reino: El Reino de los cielos se parece... poca
cosa, cosas pequeñas, que producen mucho, que dejan huella, que cuando está se
nota discretamente y se echa mucho en falta si está ausente... El Reino de los cielos se parece... Dios
se vale de lo pequeño, de lo débil, de personas, de acontecimientos, a veces de
silencios y otras de palabras, de ausencias... se vale de lo que parece que
nada vale, para hacerse cercano, para construir su reino, para sembrar en
nosotros y en el mundo su semilla del Reino.
Todos
somos parte de este Reino, constructores de este Reino. Aunque nos creamos
"poca cosa" en manos de Dios, siempre y todos, somos útiles, grandes
y perfectas herramientas. El Reino de Dios se va construyendo cada día, lo
vamos haciendo cada uno de nosotros, cada día, si nos dejamos ser herramientas,
semilla, levadura... en manos del Dios. Él se encargara de modelar o tallar, de
sembrar y cosechar, de amasar y hornear...
El
bien y el mal conviven juntos, es así desde el principio de los tiempos; y a
pesar de ello Dios cuida de todo, Obrando
así, enseñaste a tu pueblo (decía la 1ª lectura) que el justo debe ser humano,
y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al
arrepentimiento.
El Reino de los cielos se parece... construyamos el Reino, desde nuestra
pequeñez cambiemos el mundo.
Sabiduria 12, 13. 16-19
Salmo 85 R/. Tú, Señor, eres bueno y clemente
A los Romanos 8, 26-17
San Mateo 13, 24-43
F. J.L.
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