Un 7 de mayo de 1.163, el obispo de Burgos Don Pedro, confirmó la dedicación de la iglesia del Monasterio de San Pedro de Cardeña.
La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, dedica al Señor con un rito solemne, los edificios que constituyen de manera fija y exclusiva para reunir al pueblo de Dios y celebrar los sagrados misterios.
Dedicar es destinar algo al culto religioso, también significa dirigir a alguien, como obsequio, algo, alguna obra. En sentido etimológico, el verbo dedicar significa proclamar con carácter solemne. Consecuentemente, al dedicar una iglesia destinamos dicho lugar para que allí se celebre el culto, ofreciendo a Dios ese lugar, regalando a Dios ese edificio.
La Iglesia dedica los lugares que se destinan al culto de una manera permanente a través de un rito especial recogido en el Ritual Dedicación de Iglesias y Altares. Al construir iglesias y dedicarlas hacemos que la Iglesia de Cristo sea visible en el mundo, en la sociedad.
Los cristianos a lo largo de la historia, en las distintas épocas y lugares, siempre han levantado edificios para reunirse y celebrar su fe. Las iglesias materiales siguen siendo necesarias porque la celebración de la Eucaristía es algo vital para la comunidad cristiana.
La iglesia material, de piedras y ladrillos, está al servicio de la comunidad cristiana, la casa donde nos reunimos los cristianos en signo, manifestación de la Iglesia de Cristo.
Allí donde vemos una iglesia-edificio nos damos cuenta que en aquel lugar está la Iglesia de Cristo, que hay cristianos. La iglesia material es signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra e imagen de la Iglesia celestial.
La iglesia-edificio es signo de la Iglesia viva, es lugar de celebración con sus distintas expresiones que hacen referencia a toda la comunidad, a la asamblea reunida, a los ministros, a la palabra de Dios, a la Eucaristía, a los sacramentos, al culto eucarístico fuera de la misa, al culto a las imágenes el Señor, de la virgen, de los Santos y a la piedad popular.
En recuerdo de este 852 aniversario, en el
que se celebrará una misa a las 12h. en nuestra iglesia presidida por el
Arzobispo de Burgos Excmo.
y Revmo. Mons. D. Francisco Gil Hellin, recordamos aquí la homilía
histórica que con motivo del aniversario del año 2008, escribió el entonces abad
de nuestra comunidad Dom Jesús Marrodán Ezquerdo:
"Queridos Hermanos: Celebramos hoy la fiesta de nuestra
Iglesia, la fiesta de nuestra Comunidad, la fiesta de nuestra relación
fraterna, en definitiva: NUESTRA FIESTA.
Piedras aisladas no hacen un templo, personas
individuales no hacen comunidad, hermanos que no se aman, que no se apoyan, que
no se ayudan, que son se perdonan… no hacen fraternidad. Queremos hoy potenciar
los vínculos santos que nos unen, reatar esos lazos espirituales que nos
cohesionan, purificar y revitalizar esa sangre que nos hace ser hermanos, ese
nuevo Espíritu con el que clamamos ABBA llamando con ese cariñoso y entrañable
nombre a nuestro Padre común.
Cuando nos movemos en realidades espirituales, en
ámbitos de gracia, en las parcelas de lo divino no es fácil penetrar en el
formidable misterio de nuestra filiación y de nuestra fraternidad. Necesitamos
que el Espíritu de Jesús abra nuestros ojos y nuestros oídos interiores para
que seamos capaces de captar el mundo de lo trascendente. Tal vez sea éste un
esfuerzo moral y un empeño oracional que tengamos que ejercitar durante toda
nuestra vida. Pero creo que merece la pena.
Nuestra intensa vida comunitaria; los lugares que
llamamos regulares (que en realidad
son lugares de encuentro); las celebraciones litúrgicas en las que aparecen con
claridad los símbolos de la solidaridad,
del reparto de servicios y ministerios, del mutuo enriquecimiento de los dones
y gracias de cada uno, como ayer nos recordaba Miguel. Sencillamente esa puesta
en común que produce el milagro de un resultado inesperado y sorprendente. La
piedrecita que contribuye a consolidar el edificio, la palabra o el gesto que
alivia o sana a los Hermanos, las pequeñas o grandes actuaciones que enriquecen
y refuerzan a la Comunidad.
¡Que verdadero es aquello de que “la unión hace la fuerza”!
Yo quisiera que esta Fiesta de nuestra Comunidad nos
sirviera un año más para que tomemos conciencia viva cada uno de nosotros del
papel tan importante que estamos desempeñando entre, con y para con los demás
hermanos. Pensemos siempre que en comunidad es mucho más lo que recibimos que
lo que damos. Casi hasta por egoísmo nos conviene mantener viva y potente la
llama de nuestro hogar. Como alguien escribió bellamente sobre la vida de comunidad en la que no puede faltar el fuego (por supuesto en el
sentido figurado de caridad o amor operativo) del hogar: “Todos los días es
preciso atizar ese fuego; lo importante es que haya fuego y que no nos cansemos
de atizarlo”.
Vamos a pedirle ayuda a María, la Madre de la Iglesia , que con su
presencia y plegaria aunó al primer grupo de seguidores de su Hijo; y que con
su fe y ardiente esperanza preparó el camino para la impetuosa llegada del
Espíritu a la pequeña Iglesia de Jerusalén convertida, a partir de entonces, en
centro y núcleo de la Iglesia
universal y de la nuestra de Cardeña."
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