XXII Domingo del Tiempo Ordinario (B)
La
palabra de este domingo nos presenta binomios antagónicos:
La pureza de Dios contra las
suciedades de los hombres
La ley de Dios frente a los resortes
legales de los hombres
El don de Dios y las naderías de los
hombres.
La ley o el amor, las palabras o las
obras, el corazón o la fachada...
Dios
no ve con los ojos humanos. Dios que es quien puede juzgar, no juzga. Dios,
unidad en la diversidad, es Simple, así también es su pensamiento. Dios no es
complicado... Dios es amor sin condiciones ni condicionales, sin peros, sin
revanchas.
Nada que entre de fuera
puede hacer al hombre impuro,
de dentro del hombre, de su corazón, como de lo más intimo de nuestras
entrañas, salen las maldades que hacen al hombre impuro.
El
Decreto Ad Gentes del Concilio
Vaticano II habla de la Semina Verbi,
el Logos Spermatikos
griego, del que ya
tratara en el siglo II San Justino en Las Apologías. En el corazón del hombre
por naturaleza hay presencia de Dios, la honradez, la bondad, la sinceridad, la
honestidad, la alegría, la fraternidad... todo eso no se aprende, es ético, es
patrimonio natural. Los ritos, a los que tanto se aferraban los judíos en
tiempos de Jesús, a los que corremos el riesgo de agarrarnos nosotros ahora
para un puro cumplimiento de las normas que nos haga estar a bien con Dios
olvidándonos de los prójimos... no tienen sentido, es miseria de hombres con
todas las bendiciones que queramos.
Cumplir los mandatos de Dios
que son nuestra sabiduría y nuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, no nos hacen esclavos, nos hacen dignos,
nos hace grandes. Cumplir la ley de Dios no es un camino unidireccional,
Dios-yo, yo-Dios; no, cumplir la ley de Dios, del Dios encarnado en el que
creemos, es una relación pluridireccional: Dios-yo-los otros. Todo beneficio y todo don perfecto viene de
arriba. Por propia iniciativa ... nos engendró... Aceptad dócilmente la palabra
que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os
limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e
intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus
tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
Todo beneficio y todo don
perfecto viene de arriba. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla.
Dios da gratuitamente, se
da gratuitamente, nos ama, sin medida, gratuitamente. Gratuidad y misericordia
son una sola cosa en Dios.
Gratuita
debe ser nuestra respuesta... venir a misa el domingo por que es 'obligatorio',
cumplir los ayunos y la abstinencia de carne cuando 'lo manda' la Santa
Iglesia, rezar por 'obligación' la liturgia de las horas, confesarse 'por lo
menos' una vez al año... Nuestra Iglesia también tiene unos cuantos preceptos
pero no sirven de nada si son simplemente una obligación, un cumplir...
Cuando
se vive la fe, los sacramentos, la oración, la relación comunitaria... cuando
se vive a Dios no se puede separar lo de Dios y lo del prójimo, es indivisible.
Cuando se vive desde la caridad todos los mandatos y preceptos tienen sentido,
son nutrientes, dan vida. No podemos llamarnos cristianos e ignorar situaciones
sociales cercanas y lejanas de humillación o persecución de nuestro prójimo. No
podemos acercarnos a comulgar el Cuerpo del Señor cuando no queremos verle
encarnado en las llagas de los refugiados, los perseguidos por su fe (cualquiera
que sea su fe), los maltratados en la familia, en el trabajo, por la injusticia
social... Comulgar eucarísticamente supone hacer comunidad, hacerse común,
compartir gracias (divinas y humanas) y también penas.
Que
no se pueda aplicar en nosotros la frase de Isaías repetida por Jesús: Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
Todos
tenemos un prójimo tirado al borde del camino, que el cumplimento de los
mandatos de Dios no nos hagan insensibles a las necesidades del mundo.
Cumplir
normas sí, pero empecemos por el principio, el amor.
Fr. J.L.
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Salmo 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
Salmo 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
El retorno del hijo pródigo (1667/1670). B. E. Murillo
National Gallery of Art (Washington D.C.)
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