I Domingo de Adviento (Ciclo C)
Comienza el tiempo de Adviento, tiempo de espera y tiempo de esperanza.
Cuatro
domingos, cuatro velas, un camino por recorrer, un ascender, un aclarar, un
querer vislumbrar. La espera de un encuentro, la necesidad de ese encuentro con
el Dios humanado.
Tres
personajes, Isaías, Juan el Precursor y María, la Virgen Madre con dos
satélites, Isabel, su anciana prima y José, el casto esposo.
Dos
colores: El morado, penitencial por un lado expectante otro. Oscuro morado que
debemos ir clareando hasta quedar deslumbrados en la Luz de la Navidad del Señor; por la
inmensa claridad que sale del humilde pesebre donde el cielo se junta con la
tierra y Dios se hace hombre. El rosa, segundo color (que nosotros no usamos),
que se puede emplear el domingo tercero en una invitación clara (otra cualidad
de la luz) a una espera gozosa, expectante, ilusionante...
Una
actitud. La espera activa: esperar avanzando por el camino de la salvación para
encontrarnos lo antes posible. Para hacernos los encontradizos. Esperar
encendiendo luces, físicas y espirituales, cada domingo una vela, cada día
nuestro espíritu. Esperar con la mesa preparada, y quien dice mesa dice salita
y corazón, lugar de encuentro, para recibir con dignidad, para recibir con
amor, de corazón. Una espera expectante, deseada, una espera necesitada
El
pueblo judío esperaba al Mesías (1ª lectura) que cumpliría las promesas, un vástago
de la casa de rey David, que haría justicia y derecho, que salvaría a Judá y daría tranquilidad a la vida cotidiana. Miremos nuestra sociedad,
nuestro alrededor, estamos como entonces necesitados, hasta más necesitados que
entonces, del cumplimiento de las promesas, de justicia y derecho, de salvación
y tranquilidad. Su nombre será: Señor-nuestra-justicia.
La
llegada del Señor, su conocimiento, el encuentro personal con Él, debe
colmarnos y rebosarnos en amor mutuo y amor a todos (2ª lectura) No nos puede
dejar indiferentes, nos debe hacer levadura que fermenta nuestro entorno, que
cambia nuestro alrededor. Esta es la actitud correcta en espera de su segunda
venida, la definitiva, con estremecimiento y estruendo de cielos y tierra, con
poder y majestad... entonces sabremos
que llega y será nuestra liberación.
Dios
viene, Dios nos viene. Viene para nosotros, para cada uno de nosotros. Que no
estemos llenos de las cosas que saturan pero no llenan, que invaden pero no
llenan. Dios nos viene, preparemos los caminos, preparemos los corazones.
Fr. J.L.
Jeremías 33, 14-16
Salmo 24 R/. A ti, Señor levanto mi alma
Primera carta a los Tesalonicenses 3, 12-4, 2
Lucas 21, 25-28. 34-36
El arbol de Jesse (1485). Jan Mostaert
Rijks Museum (Holanda)
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