viernes, 25 de noviembre de 2016

María Inmaculada, abogada nuestra

Ilustre Colegio de Abogados de Burgos 

25 de noviembre de 2016
Iglesia del Monasterio de las MM. Salesas

Celebramos a vuestra Patrona, la Virgen María en su misterio de la Inmaculada Concepción, como particular abogada de todos sus hijos. Recordamos a los compañeros que a lo largo de este año han fallecido: Tomás, Ángel Santiago y Javier. Compartimos la alegría de la fe. Y pedimos ayuda para nuestro caminar cotidiano.

No se puede hablar de María sin hablar de Cristo, Ella es su reflejo, su medio para acercarnos a Dios; su acueducto en palabras de San Bernardo, que cual caudal nos hace llegar gracias y bendiciones de Dios.

El término abogado en la Biblia siempre está vinculado a Dios. Abogado el pobre, del huérfano y la viuda, del peregrino, del refugiado... de aquellos que no tienen medios humanos, ni fuerza, ni otro defensor que el mismo Dios.

Tenemos, dice el Papa Francisco en una homilía, tenemos de nuestra parte el mejor abogado defensor, que no habla mucho pero ama y que precisamente en este momento está intercediendo por cada uno de nosotros mostrando al Padre sus llagas para recordarle el precio pagado para salvarnos. Precisamente porque Jesús intercede por nosotros. (Papa Francisco, homilía de la misa del martes 3 de junio en la capilla de la Casa Santa Marta)

Estamos en el tempo de una Comunidad Monástica, las Hermanas Salesas; estamos en un templo donde de modo especial se venera a Cristo en su infinita misericordia. El domingo pasado, solemnidad de cristo Rey se cerraba el año de la Misericordia. Misericordia -en la cabeza de un Papa latinoamericano y en la mayoría de los textos bíblicos, textos de un pueblo oprimido- misericordia es sinónimo de justicia, y justicia es el grito del oprimido. Jesucristo intercede por nosotros mostrando sus llagas al Padre. Por el amor ha de llegar su reino de justicia.

Y María es nuestra abogada e intercesora de esa justicia y misericordia, porque como en el Evangelio -que hemos escuchado- de las bodas de Caná intercede ante su Hijo por nosotros, por nuestras necesidades, a menudo sin necesidad de que nosotros veamos o expresemos nuestra necesidad.

Y como en Caná, sentiremos su presencia y cercanía, porque nos hace presente y cercano a Dios, porque aboga por nosotros, porque nos llena de su amor misericordioso, amor en la justicia.

Pero ella también tiene el recorrido contrario con la misma facilidad, esto es de nosotros a Dios. Por eso dirijamos Ella nuestros ojos, nuestros pesares, nuestras necesidades, nuestras lágrimas, nuestras esperanzas, también nuestros logros y alegrías. Como buena Madre sabe llorar y reír con sus hijos.

Ponemos en sus manos, manos de Madre, a los compañeros que han fallecido durante este año: 

Tomas Cortés Hernández, 82 años, abogado desde 1965 hasta 1998 en que pasó a la situación de no ejerciente, compaginó la actividad profesional con la política, siendo presidente de la Diputación de 1983 a 1987 y luego procurador en las cortes regionales. Falleció tras una larga enfermedad. 

Ángel Santiago Bengoechea Molinero, de 49 años, se incorporó al Colegio de Abogados en 2001, falleció a consecuencia de un tumor cerebral que le tuvo bastante tiempo enfermo. 

Javier E. Martínez Galiana, de 27 años de edad, se incorporó al Colegio de Abogados en octubre 2014. Falleció tras un accidente de tráfico.

A ellos, a sus familias, sus amigos, a todos los ponemos en las manos de María Inmaculada, Abogada nuestra, Ella será acueducto hasta su Hijo, Cristo, y ante Dios-Padre de la misericordia.

Eclesiástico 24, 9-12. 19-22
Salmo 102 R/. Bendice alma mía al Señor 
Juan 2, 1-11

Fr. J.L.


sábado, 19 de noviembre de 2016

Un rey en minúsculas

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario (C)


Domingo de Cristo Rey, último domingo del tiempo ordinario. Esta fiesta fue instituida por el papa Pío XII en 1925 celebrándose el último domingo de octubre, fue Pablo VI quien la situó en este último domingo del año litúrgico en 1969.

La monarquía, parece en nuestros días, que está en declive, por lo menos las realezas no parecen lo que eran. Por otra parte cada uno, todos, nos hacemos nuestros propios reyes, reyezuelos, ídolos. Soberanos enriquecidos a costa de los otros... ídolos variopintos a los que adoramos voluntaria y generosamente...

El Reinado de Cristo es distinto, como casi todo en Él. Su trono la cruz: palo puro y duro, sin cepillar ni lijar, sin dorar ni encerar. Su corona no de metales preciosos y pedrería, sino de punzantes espinas. Su séquito dos ladrones y un gentío tan insaciable como manipulable.

Su poder es dar, darse. pasó por el mundo haciendo el bien.

Mi reino no es de este mundo -dicen unas frases antes del evangelio que hemos escuchado- Su reino no es territorial sino encarnado (no de rojo sino de carne). Su reino somos nosotros.

Hasta no hace muchos años era fácil ver en casas particulares, en locales y entidades públicas un Corazón de Jesús entronizado; una última cena en los comedores familiares; un crucifijo sobre la cabecera de las camas; un Cristo bendiciente de chapa en las puertas exteriores de las casas... en algunas fotos antiguas se ve en el propio portón del Monasterio una chapa cerámica con un Corazón de Jesús reinante... Escucharlo hoy suena a batallitas de abuelo... y repito, no hace tantos años.

A la par que los reyes del mundo, hemos quitado presencia y protocolo al Rey del cielo, reservándolo para momentos y circunstancias muy concretas y casi siempre privadas. Hemos puesto puertas de seguridad y hemos quitado de ellas al Único que puede salvar.

A diferencia de los reyes del mundo, aunque nosotros lo dejemos de lado Él sigue siendo Rey del Universo, y como dijeron al rey David: Hueso tuyo y carne tuya somos.

Y en el Hijo Encarnado somos hechos capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Porque nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos a trasladado al reino de su Hijo querido. De Él hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Jesucristo es el Rey del Universo, se muestra en la debilidad y nos recuerda el triunfo del amor sobre el odio; la humildad sobre el orgullo; la paz sobre la guerra; porque su Reino no se impone por la fuerza, sino por la verdad y el amor.

Con esta celebración se clausura el Año de la Misericordia promovido por el Papa Francisco. En la catequesis de la audiencia general del segundo miércoles de diciembre del año pasado, la primera del Año Jubilar, el Papa Francisco explicó las líneas de este Año Santo Extraordinario.

  1. Puesto que es nuestra época, de profundos cambios, estamos llamados a hacer visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Superando los límites humanos y resplandeciendo sobre la oscuridad, podamos llegar a ser testigos más convencidos y eficaces.
  2. Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, a Jesucristo Misericordia hecha carne, que hace visible el gran misterio del Amor trinitario de Dios.
  3. Experimentar en nuestras vidas el toque dulce y suave del perdón de Dios con su presencia y cercanía, de modo especial en los momentos de mayor necesidad.
  4. Necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia como medio que debe conducirnos a experimentar la misericordia de Dios que es la que garantiza a la Iglesia que sea esa ciudad sobre un monte que no permanece escondida (Cfr. Mt 5, 14).
  5. Así reforzaremos nuestra certidumbre en que la misericordia contribuye realmente a la construcción de un mundo más humano, especialmente en estos tiempos en que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, que incluye a las sociedades, las instituciones, el trabajo y las familias.
Espero y deseo que este haya sido para todos un año de gracia, en el que hayamos sentido cercano a Dios y nosotros hayamos sido cercanos para Dios y para los hermanos. Que cada uno haya puesto su grano de arena para hacer entre todos un mundo mejor.

Feliz Domingo

Samuel 5, 1-3
Salmo 121 R/. Vamos alegres a la casa del Señor
Carta a los Colosenses 1, 12-20
Lucas 23, 35-43

Fr. J.L.


Ecce Homo (1650). Luca Giordano
Walters Art Museum (Baltimore, EEUU)

sábado, 12 de noviembre de 2016

...y al final... el juicio

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)


Pasados los Santos y los difuntos, liturgia de la Palabra se encamina al final del año litúrgico. La temática es continuación y corrección: tras la muerte, el juicio.

El momento está cerca, pero no será pronto, parece y es contradicción. Y esto no es motivo para alterarnos. Tanto pronto como tarde la invitación es a estar preparado. Preparados para aceptar, para dar testimonio, para ser más que nunca del Señor; y Él será nuestra defensa y nuestra fuerza, la palabra en nuestra boca y la fuerza que nos mueve. Y aunque todo esté en contra, Él estará siempre de parte del justo.

Él es el mismo resplandor del horno ardiente y del Sol de justicia, que castiga a los malos y premia a los buenos. El Señor que llega para regir los pueblos con rectitud, con una armonía cuasi musical que renueva tierra, mar y cielo y la justicia y rectitud serán su trono.

Estar en espera no significa estar parados. Ya en tiempos de los apóstoles, algunos estaban esperando para mañana la llegada del Señor. Esperar al Justo es espera en justicia, cada uno en su puesto cumpliendo con sus obligaciones. 

La justicia es pan y vida para todos y de todos.

Feliz día del Señor.

Malaquías 3, 19-20
Salmo 97 R/. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.
Segunda carta de san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-12
San Lucas 21, 5-19

Fr. J.L.



Jesús entre los doctores (1548). Paolo Caliari (el Veronés)
Museo del Prado (Madrid)

sábado, 5 de noviembre de 2016

Un Dios de vivos

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (C)


Mes de noviembre, mes de santos, mes de difuntos. 

En esta línea van las lecturas de este domingo. La mujer siete veces viuda del Evangelio, los hermanos macabeos... Nadie ha vuelto para contarnos qué es aquello; como otras veces sabemos más por lo que no es, que lo que es.

Pero si sabemos que nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, que nuestra espera es esperanza, y que nuestro paso es pasajero. Que el Señor es fiel y nos dará fuerza y que al despertar nos saciaremos de su presencia.

Es condición humana morir e igualmente luchar contra la muerte -la propia y la ajena-. La fe y la esperanza de los Macabeos, dispuestos a morir por la Ley... pues el Rey del Universo nos resucitara a una vida nueva. Sabiendo que del Señor venimos y a él volvemos. Mejor en las manos de Dios que en las de los hombres.

La vida siempre es escuela y más a la hora de la muerte.

Esta semana he celebrado la Unción (de enfermos) con un amigo. 56 años, con mucho por recorrer pero un cáncer se ha cruzado en su camino. Sabe que no volverá a salir del hospital, sabe que no puede hacer más, sabe que la hermana muerte está cerca y lo sabe con paz. Repasa su vida y reconoce que cosas hizo mal, que podía haber hecho otras mejor; por muchas da gracias, en bastantes reconoce que han salido mejor de lo que se podría esperar.

Su tristeza: el dolor que va a causar a sus padres, ya ancianos, a su esposa, a su hija... Entra la enfermera... ¿tienes dolor? ya se que no quieres nada, pero si te duele, dilo. 

Mirar la muerte de frete no es sencillo, pero cuando las bazas por jugar se terminan hay dos posibilidades: encararla o salir corriendo -y salir corriendo va a servir de poco-. Encararla con la confianza en un Dios que es Señor de la vida, creador de los vivientes, del que salimos y al que volvemos, nos dara un sentido para vivir y para morir.

No es fácil estar preparado para la visita de la muerte, aunque todos sabemos que antes o después nos tiene que llegar. La fe nos dice que el después será mejor, no lo sé, pero sí sé que mi Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Y que nuestros difuntos viven en Dios.

Feliz día del Señor.

Macabeos 7, 1-2. 9-14
Salmo 16 R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Segunda carta de san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5
San Lucas 20, 27-38

Fr. J.L.

La extremaunción (1640). Nicolás Poussin
Museo del Louvre (París, Francia)