sábado, 19 de noviembre de 2016

Un rey en minúsculas

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario (C)


Domingo de Cristo Rey, último domingo del tiempo ordinario. Esta fiesta fue instituida por el papa Pío XII en 1925 celebrándose el último domingo de octubre, fue Pablo VI quien la situó en este último domingo del año litúrgico en 1969.

La monarquía, parece en nuestros días, que está en declive, por lo menos las realezas no parecen lo que eran. Por otra parte cada uno, todos, nos hacemos nuestros propios reyes, reyezuelos, ídolos. Soberanos enriquecidos a costa de los otros... ídolos variopintos a los que adoramos voluntaria y generosamente...

El Reinado de Cristo es distinto, como casi todo en Él. Su trono la cruz: palo puro y duro, sin cepillar ni lijar, sin dorar ni encerar. Su corona no de metales preciosos y pedrería, sino de punzantes espinas. Su séquito dos ladrones y un gentío tan insaciable como manipulable.

Su poder es dar, darse. pasó por el mundo haciendo el bien.

Mi reino no es de este mundo -dicen unas frases antes del evangelio que hemos escuchado- Su reino no es territorial sino encarnado (no de rojo sino de carne). Su reino somos nosotros.

Hasta no hace muchos años era fácil ver en casas particulares, en locales y entidades públicas un Corazón de Jesús entronizado; una última cena en los comedores familiares; un crucifijo sobre la cabecera de las camas; un Cristo bendiciente de chapa en las puertas exteriores de las casas... en algunas fotos antiguas se ve en el propio portón del Monasterio una chapa cerámica con un Corazón de Jesús reinante... Escucharlo hoy suena a batallitas de abuelo... y repito, no hace tantos años.

A la par que los reyes del mundo, hemos quitado presencia y protocolo al Rey del cielo, reservándolo para momentos y circunstancias muy concretas y casi siempre privadas. Hemos puesto puertas de seguridad y hemos quitado de ellas al Único que puede salvar.

A diferencia de los reyes del mundo, aunque nosotros lo dejemos de lado Él sigue siendo Rey del Universo, y como dijeron al rey David: Hueso tuyo y carne tuya somos.

Y en el Hijo Encarnado somos hechos capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Porque nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos a trasladado al reino de su Hijo querido. De Él hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Jesucristo es el Rey del Universo, se muestra en la debilidad y nos recuerda el triunfo del amor sobre el odio; la humildad sobre el orgullo; la paz sobre la guerra; porque su Reino no se impone por la fuerza, sino por la verdad y el amor.

Con esta celebración se clausura el Año de la Misericordia promovido por el Papa Francisco. En la catequesis de la audiencia general del segundo miércoles de diciembre del año pasado, la primera del Año Jubilar, el Papa Francisco explicó las líneas de este Año Santo Extraordinario.

  1. Puesto que es nuestra época, de profundos cambios, estamos llamados a hacer visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Superando los límites humanos y resplandeciendo sobre la oscuridad, podamos llegar a ser testigos más convencidos y eficaces.
  2. Dirigir la mirada a Dios, Padre misericordioso, y a los hermanos necesitados de misericordia, a Jesucristo Misericordia hecha carne, que hace visible el gran misterio del Amor trinitario de Dios.
  3. Experimentar en nuestras vidas el toque dulce y suave del perdón de Dios con su presencia y cercanía, de modo especial en los momentos de mayor necesidad.
  4. Necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la Iglesia como medio que debe conducirnos a experimentar la misericordia de Dios que es la que garantiza a la Iglesia que sea esa ciudad sobre un monte que no permanece escondida (Cfr. Mt 5, 14).
  5. Así reforzaremos nuestra certidumbre en que la misericordia contribuye realmente a la construcción de un mundo más humano, especialmente en estos tiempos en que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, que incluye a las sociedades, las instituciones, el trabajo y las familias.
Espero y deseo que este haya sido para todos un año de gracia, en el que hayamos sentido cercano a Dios y nosotros hayamos sido cercanos para Dios y para los hermanos. Que cada uno haya puesto su grano de arena para hacer entre todos un mundo mejor.

Feliz Domingo

Samuel 5, 1-3
Salmo 121 R/. Vamos alegres a la casa del Señor
Carta a los Colosenses 1, 12-20
Lucas 23, 35-43

Fr. J.L.


Ecce Homo (1650). Luca Giordano
Walters Art Museum (Baltimore, EEUU)

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