XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Mes de noviembre, mes de santos, mes de difuntos.
En esta línea van las lecturas de este domingo. La mujer siete veces viuda del Evangelio, los hermanos macabeos... Nadie ha vuelto para contarnos qué es aquello; como otras veces sabemos más por lo que no es, que lo que es.
Pero si sabemos que nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, que nuestra espera es esperanza, y que nuestro paso es pasajero. Que el Señor es fiel y nos dará fuerza y que al despertar nos saciaremos de su presencia.
Es condición humana morir e igualmente luchar contra la muerte -la propia y la ajena-. La fe y la esperanza de los Macabeos, dispuestos a morir por la Ley... pues el Rey del Universo nos resucitara a una vida nueva. Sabiendo que del Señor venimos y a él volvemos. Mejor en las manos de Dios que en las de los hombres.
La vida siempre es escuela y más a la hora de la muerte.
Esta semana he celebrado la Unción (de enfermos) con un amigo. 56 años, con mucho por recorrer pero un cáncer se ha cruzado en su camino. Sabe que no volverá a salir del hospital, sabe que no puede hacer más, sabe que la hermana muerte está cerca y lo sabe con paz. Repasa su vida y reconoce que cosas hizo mal, que podía haber hecho otras mejor; por muchas da gracias, en bastantes reconoce que han salido mejor de lo que se podría esperar.
Su tristeza: el dolor que va a causar a sus padres, ya ancianos, a su esposa, a su hija... Entra la enfermera... ¿tienes dolor? ya se que no quieres nada, pero si te duele, dilo.
Mirar la muerte de frete no es sencillo, pero cuando las bazas por jugar se terminan hay dos posibilidades: encararla o salir corriendo -y salir corriendo va a servir de poco-. Encararla con la confianza en un Dios que es Señor de la vida, creador de los vivientes, del que salimos y al que volvemos, nos dara un sentido para vivir y para morir.
No es fácil estar preparado para la visita de la muerte, aunque todos sabemos que antes o después nos tiene que llegar. La fe nos dice que el después será mejor, no lo sé, pero sí sé que mi Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Y que nuestros difuntos viven en Dios.
Feliz día del Señor.
Macabeos 7, 1-2. 9-14
Salmo 16 R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Segunda carta de san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5
San Lucas 20, 27-38
Fr. J.L.
La extremaunción (1640). Nicolás Poussin
Museo del Louvre (París, Francia)
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