domingo, 5 de septiembre de 2021

Boda de Sonia y David 14-08-2021

 

Sonia, David, lleváis mucho tiempo preparando este día… la comunicación a la familia, los lugares, la fecha, los cantos, las flores, la música, la danza, los trajes, los detalles, los invitados y sus correspondientes invitaciones… no sé si es el orden exacto pero todo eso y más entra en la receta.

También habéis elegido las lecturas que hemos escuchado. Y quisiera fijarme en la primera frase del Evangelio: Había una boda en Caná de Galilea… Jesús y sus discípulos también estaban invitados. A parte de la peripecia de que falte vino en una boda, y el milagro, primer milagro, que María roba a Jesús, en esa boda, como en la vuestra, Jesús estaba invitado, Jesús y sus discípulos.

Vosotros, al querer que esta fiesta pase por una iglesia y se haga sacramento uniéndolo al sacramento del amor por excelencia que es la Eucaristía; vosotros, obrando así habéis incluido en vuestra lista de invitados a Jesús y los suyos. Como decíamos al principio toda la Iglesia participa de vuestra alegría.

El Papa Francisco escribió en 2016 una Carta Encíclica que comienza diciendo: la alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia.  De las primeras palabras toma el título: La alegría del amor, Amoris Letitia.

Y más de uno pensará: ¿qué sabe el Papa de lo que pasa en las familias?, ¿Por qué hablan los curas del matrimonio en las bodas, si no se han casado nunca? En la larga carrera de los seis años de teología se mira el matrimonio desde el lado sacramental, las cuestiones morales, psicológicas, canónicas, pastorales, homiléticas… Pero a amar, cuándo aprendemos a amar, quién nos enseña. Seguramente -cuándo- nunca y a la vez siempre; -quién- nadie y al mismo tiempo todos. Quien se ha sentido amado sabe amar, sabe a quién arrimarse, sabe a quién devolver amor, sin muchas clases teóricas, pero sí con horas de prácticas.

Y el amor es el protagonista del matrimonio, como es el protagonista del Cristianismo, así que va a resultar que todos sabemos por lo menos algo, porque somos amados o incluso por estar faltos de amor.

En la primera lectura del libro del Cantar de los Catares –siempre he pensado que lo tuvo que escribir una mujer- nos muestra un amor que enloquece para bien. Un amor ciego (ahora cuando se usa esta expresión suele ser para justificar barbaridades, no es ese al que me refiero) amor que se entrega sin medida, que se da sin esperar nada a cambio, que no espera respuesta, que se da porque sí. Un amor que cambia de color la vida entera de quien ama y del amado.

Y San Pablo, el solterón de libro (qué mujer se le iba a arrimar cuando dice que deben ir cubiertas con un velo a la iglesia, o que deben ser sumisas a sus maridos…), este mismo Pablo, que sin duda se sabe amado, nos hace el canto del amor perfecto. Y nos invita a ambicionad el amor, el que da sentido a nuestras vidas, que es paciente, benigno, sin envidia, no presume, no se engríe, no es indecoroso ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo porta. No pasa nunca. (Y repito esta lectura vosotros la habéis elegido)

Hace una semana alguien de los que están aquí arriba me preguntó si ya sabía que os iba a decir y respondí que no, pero que como iban a estar cerca ya les pediría ayuda. No lo voy a hacer pero sí os voy a pedir que miréis vuestros padres, a los abuelos, los mayores de vuestras familias, ahora y siempre que os haga falta. Seguro que en sus ya largos años de matrimonio han tenidos días luminosos y otros más nublados, sus alegría y sus penas, sus roces y también sus caricias; no se toda la historia pero puedo asegurar que si hoy están aquí y con vosotros es porque siempre han sabido poner por delante el amor.

Que el amor y la alegría de este día esté presente siempre en vuestras vidas.


 

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