domingo, 22 de marzo de 2015

Morir para vivir, o la ilógica lógica de Dios

V Domingo de Cuaresma


Nos acercamos a la pasión. Huele a pasión... el ambiente se tensa.

Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre... y para ser glorificado, morir. La lógica de Dios. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere da mucho fruto.

Dios no quiere la muerte... espera el fruto.

Jesús de "agita" y como hombre, ante el camino del sufrimiento y la muerte, se revela: "Padre, líbrame de esta hora". Sólo mirando desde el plan de Dios se puede, ante el sufrimiento, se puede seguir caminando hacia delante. Sólo desde el plan de Dios se puede entender el camino.

El camino de la Cruz no se comprende con parámetros humanos, sólo comprendido en el encaje del recorrido de la Historia de Salvación encontraremos el momento culminante. El entretejido de alianzas y traiciones, la alianza con Moisés en el Sinaí, con Noé tras el diluvio, con Abrahán por la circuncisión, con Joadá y el rey David,  amores y desamores entre Dios y los hombres, nos lleva del paraíso a la redención, hasta la última alianza sellada por la pasión, muerte y resurrección de Cristo, Hijo de Dios encarnado.

Por la muerte al fruto. Por el sufrimiento y la obediencia del Hijo a la salvación de todos.

Una Ley metida en el pecho, escrita en el corazón, con perdón y reencuentro. La nueva Ley, la Vida que mana de la Cruz, no es cosa que nos venga de fuera, está en nuestro interior, brota de nosotros mismos. En cada uno de nosotros hay algo que enterrar, algo que debería morir, algo que deberíamos cambiar, algo que beberíamos mejorar... sólo muriendo podemos dar fruto.

La nueva alianza que hace Dios con todos los hombres, con cada uno de nosotros por Cristo es una nueva historia de amor, una nueva posibilidad que caminar por el camino del amor, y Dios no se cansa de renovar su alianza aunque le seamos infieles una y otra vez. Jamás comprenderemos el infinito amor de Dios a los hombres, a cada uno de nosotros, con los criterios humanos.

Dios nos busca, nos ama, nos elige, nos espera... y nos salva, a pesar de nosotros mismos.

Fr. J.L.

Jeremías 31, 31-34
Sal 50    R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Hebreos 5 ,7-9
Juan 12, 20-33


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