III Domingo de Cuaresma
Como en tiempos de Jesús hoy hablamos
sin entender... él hablaba de su cuerpo, los judíos del templo, cada uno a lo
nuestro.
Hoy, cuántas veces, nos pasa lo mismo; a
nivel familiar, laboral, comunitario... se habla de algo y entendemos o
pensamos en otra cosa. Esto se llama estar o no en sintonía, estar en onda o
no. Todos recordamos las radios de antes, que tenían una ruedecita que movía el
dial y vuelta a vuelta, iba saltando de emisora en emisora, iba sintonizando.
En la radio de nuestra vida debemos
sintonizar con Dios -la cuaresma es un tiempo en que sus ondas son más
perceptibles-, el dial son los muchos medios que tenemos para sintonizar: los
mandamientos que nos enuncia la primera lectura, las observancias cuaresmales:
la ceniza, el ayuno, la limosna, la penitencia, la abstinencia... todo son
medios. Uno puede tener una radio preciosa (al escribir esto recuerdo la que
tenía mi abuela en una baldita en un rincón de la cocina, a la altura que los
niños no pudiésemos tocar) o un MP3, o 4, o 5 (ya no sé por dónde van), Pero si
están sin enchufar, si no tiene batería, si no recorremos el dial en búsqueda
es como si tenemos todos los medios del mundo para ser santos, para vivir y
revivir humana y espiritualmente a la
Pascua y no los aprovechamos.
Solamente viviendo a Cristo se entiende
lo que es ser cristiano, sino será necedad y locura, simple sinsentido de morir
en vida.
Hay quien se deja morir. Hay quien no
come y pasa hambre y no es por necesidad o por dar de comer a otro que lo
necesita; hoy se ayuna por estética, y en eso ya han recibido su paga. Hay
quien da limosna para que los vean, o de lo que les sobra, y en eso ya han
recibido su paga. Hay quien reza, o va a Misa sin encontrarse con Cristo de tú
a tú, por rutina, por costumbre, por acto social, y en eso ya han recibido su
paga.
El ayuno que Dios quiere es este:
"Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos,
dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu
propia carne. Entonces nacerá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la
carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.
Entonces clamará al Señor y te responderá; gritarás y te dirá: Aquí estoy.
Porque yo, el Señor tu Dios, soy misericordioso. (Is 58, 6-9).
Nuestro ayuno, nuestra limosna, nuestro
morir a nosotros mismos no tiene sentido sino tiene repercusión en los otros,
especialmente en los necesitados, en la Justicia Social , en el
equilibrio que Cristo viene a traer. La salvación es para todos,
Cristo es para todos.
Siete de los diez mandamientos tienen
repercusión en los otros, mis obras hacia los otros; los tres primeros son
hacia Dios. El vivir a Cristo, el vivir como cristianos no es cuestión
individual. Dios es Padre y todos somos sus hijos, amados personalmente pero
como hijos de la gran familia humana. Dios es Padre y todos los hombres somos
hermanos. Miremos a todos como hermanos: al de al lado, al vecino, al compañero
de trabajo, a ese que no me cae especialmente bien, a quien te pide a la puerta
del super, a esa familia del barrio que sabemos que lo está pasando mal, a esa
madre que sufre y tapa las dependencias de su hijo o los malos tratos, a la
persona mayor de quien los hijos se han olvidado y que sobrevive con una mísera
pensión, a ese matrimonio joven ambos en paro...
Y no todo ni siempre se arregla con
dinero; dedicar un tiempo, una visita, una palabra, una caricia, una sonrisa,
un abrazo...
Hacer presente a Cristo en todo tiempo y lugar, el amor de Cristo, el Amor que es Cristo. Convertirnos así en transistores que comunican Dios con los hombres.
Fr. J.L.
Hacer presente a Cristo en todo tiempo y lugar, el amor de Cristo, el Amor que es Cristo. Convertirnos así en transistores que comunican Dios con los hombres.
Fr. J.L.
Éxodo 20, 1-17
Sal 18, 8. 9. 10. 11 Señor, tú tienes palabras de vida eterna
Primera carta a los Corintios 1, 22-25
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