IV Domingo de Adviento (Ciclo C)
María se puso en camino. Cuarto domingo y cuarta vez que lo dicen:
nuestro adviento no es estático sino dinámico; es activo, no pasivo. María, en
su adviento, en su esperar al Señor, su hijo, el Hijo de Dios, se pone en
camino, va con prisa para ayudar, a servir, a transmitir la alegría que nos da
el saber que Dios está con nosotros, que Dios nos viene. Viene a nosotros y nos
transforma, viene y nos vive.
Con
su venida a hacer la voluntad de Dios (2ª
lectura) todos quedamos justificados, santificados,
redimidos de una vez para siempre.
María se puso en camino y
fue a prisa a la montaña
a servir. Lo decía el Papa Francisco, no hace mucho, ante un auditorio de
presbíteros y religiosas y religiosos: Dios
siempre que llama llama para servir, llama al servicio de los demás, no para
que nos sirvan. María es llamada a ser Madre de Dios, a ser portadora de su
Palabra hecha carne y de su alegría, a hacerse sierva y manos -en manos de Dios-
para todos y para siempre.
Dios
nos viene desde abajo... a un pueblo de
Judá... de el que ni se dice el nombre. Sin nombre, pero importante para
Dios. Miqueas (1ª lectura) profetiza sobre Belén: Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá... Aquí sabemos
el nombre, en ella nacería David el Rey, allí nacería Jesús. Pequeña pero con
largo pasado y futuro inmemorial.
Dios
viene desde abajo, desde lo sencillo. No busca palacios, ni poderío; su fuerza
y su poder no los da el mundo, vienen de Dios. Dios viene de abajo y busca lo
sencillo, desde la pequeñez de su
esclava, siguiendo por un pesebre
porque no encontraron sitio en la posada, hasta la Cruz. Dios se rodea de
sencillos e invita a buscar la sencillez de los niños.
Como
Belén, largo pasado y futuro para recordar, así somos nosotros con el paso de
Dios por nuestras vidas. De ser pequeños, insignificantes, anónimos... pasamos
a ser hijos de Dios, hijos en el Hijo, herederos con Cristo del reino eterno.
Sólo
un Dios que se abajó hasta la condición de esclavo y pasó como uno de tantos
puede ofrecerse con nosotros, innominados insignificantes, y llenarnos de la
alegría de que todo lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.
Fr. J.L.
Miqueas 5, 1-4
Salmo 79 R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve
Carta a los Hebreos 10, 10-15
Lucas 1, 39-45
La Anunciación (1660). B.E.Murillo
Museo del Prado (Madrid)
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