sábado, 19 de diciembre de 2015

Un Dios...desde abajo

IV Domingo de Adviento (Ciclo C)

  
María se puso en camino. Cuarto domingo y cuarta vez que lo dicen: nuestro adviento no es estático sino dinámico; es activo, no pasivo. María, en su adviento, en su esperar al Señor, su hijo, el Hijo de Dios, se pone en camino, va con prisa para ayudar, a servir, a transmitir la alegría que nos da el saber que Dios está con nosotros, que Dios nos viene. Viene a nosotros y nos transforma, viene y nos vive.

Con su venida a hacer la voluntad de Dios (2ª lectura) todos quedamos justificados, santificados, redimidos de una vez para siempre.

María se puso en camino y fue a prisa a la montaña a servir. Lo decía el Papa Francisco, no hace mucho, ante un auditorio de presbíteros y religiosas y religiosos: Dios siempre que llama llama para servir, llama al servicio de los demás, no para que nos sirvan. María es llamada a ser Madre de Dios, a ser portadora de su Palabra hecha carne y de su alegría, a hacerse sierva y manos -en manos de Dios- para todos y para siempre.

Dios nos viene desde abajo... a un pueblo de Judá... de el que ni se dice el nombre. Sin nombre, pero importante para Dios. Miqueas (1ª lectura) profetiza sobre Belén: Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá... Aquí sabemos el nombre, en ella nacería David el Rey, allí nacería Jesús. Pequeña pero con largo pasado y futuro inmemorial.

Dios viene desde abajo, desde lo sencillo. No busca palacios, ni poderío; su fuerza y su poder no los da el mundo, vienen de Dios. Dios viene de abajo y busca lo sencillo, desde la pequeñez de su esclava, siguiendo por un pesebre porque no encontraron sitio en la posada, hasta la Cruz. Dios se rodea de sencillos e invita a buscar la sencillez de los niños.

Como Belén, largo pasado y futuro para recordar, así somos nosotros con el paso de Dios por nuestras vidas. De ser pequeños, insignificantes, anónimos... pasamos a ser hijos de Dios, hijos en el Hijo, herederos con Cristo del reino eterno.

Sólo un Dios que se abajó hasta la condición de esclavo y pasó como uno de tantos puede ofrecerse con nosotros, innominados insignificantes, y llenarnos de la alegría de que todo lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Fr. J.L.

Miqueas 5, 1-4
Salmo 79          R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve
Carta a los Hebreos 10, 10-15
Lucas 1, 39-45

La Anunciación (1660). B.E.Murillo
Museo del Prado (Madrid)

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