El Bautismo de Jesús marca el
final del ciclo de Navidad. El recién
nacido ha crecido Se ha hecho mayor. Ya
no es un niño indefenso y dependiente.
Es un hombre libre sabe lo que quiere.
Y libremente se va a comprometer con la voluntad del Padre, de su Padre,
para traer el derecho a las naciones, para ser luz de las naciones, para dar
luz a los ojos y liberar a los cautivos (primera lectura).
Todo un programa que se ha ido madurando a lo largo de muchos años de vida ordinaria, en Nazaret, con su familia y con los de su pueblo, siendo uno más en medio de nosotros.
Todo un programa que se ha ido madurando a lo largo de muchos años de vida ordinaria, en Nazaret, con su familia y con los de su pueblo, siendo uno más en medio de nosotros.
Pero, cumpliendo siempre la ley
de la encarnación, el comienzo de la misión de Jesús tiene lugar de una forma
escondida y humilde. Tan sencilla como
lo fue su nacimiento. Así nos los dice
el evangelio de Lucas.
Jesús se bautizó ante Juan pero
no como un acto individual, ante los ojos de todos, como la iconografía nos lo
suele proponer. Lo hizo en un bautismo
general, como uno más, sin hacer ruido, sin llamar la atención ('la caña
cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará"). Lo importante
pasó en su corazón. Más tarde, en
oración, como dice el relato, se sintió confirmado en su misión: 'Tú eres mi
Hijo, el amado, el predilecto'. Y tomó
la decisión. Para siempre. Sin dudas.
Siguió su misión hasta la entrega total y definitiva. Son palabras que
hoy nos cuesta entender. Nosotros preferimos las medias tintas (“mientras nos
queramos”, “mientras no haya problemas”). Jesús no conocía la mediocridad. Dijo
“Sí”al amor del Padre y en adelante fue su testigo. En lo bueno y en lo malo.
Hasta la cruz. Hasta la resurrección.
Por eso, la fiesta del bautismo
de Jesús conlleva necesariamente una referencia precisa también a nuestro
bautismo. Un bautismo que espera ser “manifestado”. Es necesario y urgente que
el nombre registrado en los librotes de los archivos parroquiales salga fuera,
al descubierto. Ya es tiempo de honrar y hacer nuestros los compromisos que
otros (padres y padrinos) han tomado por nosotros.
Hoy tenemos la oportunidad de
repensar nuestro propio Bautismo. ¿Qué hemos hecho de aquel sacramento? ¿Lo
hemos asumido como una decisión personal de seguir un determinado estilo de
vida? Recordemos que no se trata de hacer
cosas grandes sino de vivir como cristianos día a día.
Como Jesús, también nosotros
hemos sido bautizados
Con Espíritu Santo y fuego.
El Espíritu es la gracia, el don
gratuito,
Nos hace conscientes de ser
hermanos de Jesús,
Nos trae la libertad verdadera
para todos,
Nos hace sentir por dentro que
estamos perdonados,
Y que somos amados
por el Padre incondicionalmente.
¿Porqué, pues, estamos asustados
y encogidos ante la vida
y llenos de miedo a algún
posible castigo
de este Padre que así nos
quiere?
¿Qué nos pasa, Señor?
Hoy Señor Jesús, queremos
pedirte:
Que nos des a sentir tu espíritu
de fuego;
Que nos haga conscientes de que
estamos perdonados,
Que nos consideremos hermanos
pequeños tuyos
E hijos de Dios Padre,
Que nos haga abandonar la rutina
y el miedo
Y que nos mueva a participar
activamente en alguna tarea a favor del Reino. Así sea.
Abad Marcos García
Bautismo de Cristo (1659) del pintor burgalés Mateo Cerezo "el joven"
Museo de Arte Sacro (Castrojeriz)
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