29 de diciembre
En los días posteriores a Navidad, igual que como suele pasar con la cuestión alimenticia, parece que tenemos un empacho de la infancia de Jesús sazonados -igualmente de forma excesiva- con los escritos del Teólogo, el apóstol san Juan. Pero con sensación de exceso y todo, no es por ello menos aprovechable.
El Evangelio escuchado nos narra dos momentos post nacimiento -a los 40 días del mismo- que son la purificación de la Madre y la presentación-ofrenda e inmediato rescate del Niño según se describe en el libro del Éxodo. Por un rincón de la escena aparece el anciano Simeón: hombre justo, piadoso, poseedor de Espíritu, movido por Él, espectante del Mesías. El encuentro con Él parece el no va más y recita el nunc dimittis que cada día, nosotros, repetimos en la hora de completas.
Encontrarse con el Mesías, decir: Yo le conozco es guardar sus mandamientos, es defender la verdad, es sentir su palabra, es vivir como vivió Él, es permanecer en la luz y aborrecer las tinieblas.
Quien encuentra al Mesías, como Simeón puede decir que sus ojos han visto la luz, su vida está colmada. Dejémonos encontrara por el Mesías, iluminará y llenará nuestras vidas. Así quedará clara la actitud de nuestro corazón.
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