27 de diciembre
Si ayer la figura de San Esteban nos habla de coherencia y fidelidad, hoy San Juan nos reclama confianza e intimidad; nos habla de conocimiento interno y espiritual; de carreras por situarse en el nuevo Reino (haz que estos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda) y carrera en la mañana de resurrección hacia el sepulcro vacío; de confidentes selectos en el Tabor, en el huerto de los Olivos, en la última cena, al pie de la cruz; de fidelidad hasta el final y esperanza en la mañana; de Palabra encarnada, escuchada, meditada, contemplada y compartida: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto, contemplado, palpado... os damos testimonio, os lo anunciamos...y en el pasar el Mensaje está nuestra alegría.
Es confuso saber que es más importante, si el orar la Palabra o el testimoniarla, aún siendo ambas importantes claro es que difícil será transmitir lo que no se posee. Juan es el rumiante de la Palabra por excelencia, el Teólogo llamado por la Patrística. La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. La Palabra se hace carne y se encarna en nosotros, para que nosotros -de palabra y de obra- seamos grito de Dios en el mundo.
Fr. J.L.
Virgen con Niño, san Juan Evangelista, Magdalena y Zacarías (1530)
de Girolamo Francesco María Mazzola (il Parmigianino) - Galleria degli Uffizi (Florencia)
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