sábado, 17 de abril de 2021

Testigos por necesidad

III Domingo de Pascua (B)

 

 

Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19 

Sal 4, 2. 7. 9    R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5

Lucas 24, 35-48

 

 

El texto evangélico que hemos escuchado se sitúa cronológicamente en la tarde del mismo día de la resurrección de Jesús. Y desde entonces cada Eucaristía es una celebración pascual, donde Jesús resucitado se hace presente y nos da su paz. Y entonces como ahora nos convierte en testigos.

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Seños Jesús decimos, seguramente de manera mecánica, después de la consagración.

Y entonces, como ahora, no faltan las dudas, no están ausentes los miedos, la sorpresa confunde. Testigos de una resurrección que viene de una muerte verdadera, muerte que dejó marcadas sus manos y sus pies, y el costado abierto por una lanzada que remataba la faena.

Testigos por necesidad.

Y como los discípulos tenemos que desandar el camino, el físico y el interior, y releer los acontecimientos desde las palabras de Jesús y desde los escritos de los profetas porque ya todo estaba escrito.

El encuentro con el Resucitado es necesariamente materia para compartir. Nos hace testigos. Quien se encuentra con Dios no puede sino comunicarlo, contar su experiencia. Encontrarse con Dios e intentar quedárselo para uno sólo es como si uno quisiera casarse solo y además comerse el banquete preparado para los invitados, es demasiado para uno, o desiste y comparte o revienta en el intento. Así es Dios, demasiado para uno sólo, obligado de compartir. Sin querer -o queriendo- nos obliga a ser comunidad. Comunidad que se reúne para encontrarse y para encontrarle, para hablar de Señor y compartir sus experiencias. Comunidad donde el Señor se hace presente con el saludo pascual: paz a vosotros (también siempre en un plural-comunitario) Comunidad que comparte el gozo y el miedo, la sorpresa, la alarma, la duda... pero donde Cristo se hace presente... paz a vosotros.

Y reiteradamente en las apariciones Cristo muestra, desde su humanidad herida, el misterio de la resurrección. Mirad mis manos y mis pies. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Es Santa Teresa de Jesús la gran defensora en la espiritualidad española de la Humanidad de Cristo, el Dios humanado.

Todo estaba escrito en la ley, en los profetas, en los salmos, todo estaba escrito y a hechos pasados es fácil aplicar la Escritura en la persona de Jesús. El camino inverso no debió resultar tan fácil, de hecho hay tenemos a los apóstoles atrincherados en sus dudas y sus miedos. Todo estaba escrito pero faltaba la Luz que aclarase y diese sentido, la Luz "que no produce sombras" -como nos decía Teodoro de Studion (monje bizantino del siglo VIII) el pasado viernes en la segunda lectura en los maitines-. Todo estaba escrito pero ni sabíamos leerlo ni podíamos entenderlo. Todo estaba escrito pero sin el Espíritu Santo es letra muerta.

Cristo resucitado es el sentido y la fuerza de la vida. Cristo es el poder de Dios encarnado... para curar enfermos, para perdonar pecados, para dar vida... Se le puede ignorar y vivir como si tal cosa; pero a quien le conoce y le reconoce como Dios no le queda más posibles que amarle y vivir según Él. Cristo es nuestro abogado ante el Padre, nuestro intercesor, nuestra mejor herramienta para forzar la inmensa misericordia de Dios. Y no sólo nuestro sino de todos, del mundo entero, pues por todos se entregó en la cruz.

Despediremos, como siempre, la celebración con el podéis ir en paz, la paz que el Señor nos da cada vez que se hace presente entre los suyos.

Seamos sus testigos, portadores de su paz.

 fr. jl

 Feliz domingo


 

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