XV Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Ser el Señor del Antiguo Testamento, conviértete, al Señor tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma, todo entero, no es cosa que te exceda o inalcanzable... está en tu corazón y en tu
boca. Cúmplelo. Déjate llenar por el Señor. En lo más profundo del corazón
de todo hombre, y de todo los creado, está la "Semina verbi", la
semilla de la Palabra de que habla el Concilio Vaticano II. En todo corazón hay
un fondo de bondad, de amor de Dios, que dependiendo de culto y cultura
llamaremos de mil maneras... "semina verbi", principio de bondad y de
verdad.
El Dios del Antiguo Testamento se encarna
en Cristo -varios domingos vamos encontrándonos con Cristo centro en la vida y
en la creación- Por medio de él, por él y
para él, que es anterior a todo,
principio, sostén, cabeza, plenitud, razón y causa de salvación de todos los seres del cielo y de la tierra.
Por que Él está en todo como "Semina Verbi", principio de verdad
y de bondad.
Pero esta semilla, como toda semilla, debe
dar fruto, el Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu
ser. Y al prójimo como a ti mismo, que es la llave de entrada en la vida
eterna no se puede quedar en un planteamiento de buenas obras. La parábola del
Buen Samaritano nos coloca en situación. Un "necesitado" asaltado,
apaleado, medio muerto... junto a él pasan los "buenos" e ignorándolo
pasan de largo justificándose con el cumplimiento de la misma Ley o de mil
razones que podemos citar justas y respetables. Es un samaritano -un personaje
no demasiado asiduo a las cosas de Dios- quien hace germinar la semilla de su
corazón, siente lástima y olvida su propia situación, su razón de pasar por
allí, sus negocios, sus propiedad, su yo, para dedicarse al otro. Vive en
Cristo el que practica la misericordia.
Año de la Misericordia. Misericordia que
se da gratis, que sale del corazón, que no se exige ni chantajea. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al
prójimo como a ti mismo. Porque es Cristo quien está en el necesitado -como
recuerda la Regla de San Benito al hablar de quienes llegan al monasterio-
También es Cristo la persona de quien socorre, sin exigencias, son gritos, con
buenas maneras, gratis habéis recibido,
dad gratis.
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