sábado, 30 de julio de 2016

Vacíos Sanadores

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)


No hace mucho me llegó por Internet la historia de un joven que un día decidió meter en un almacén todas sus cosas, todo, e ir sacando cada día sólo una cosa. Se quedó como su madre le trajo al mundo, sin ropa, sin libros, sin ordenador, sin teléfono, sin platos, sin nada, sin lastres. Cuando comenzó a recuperar sus cosas distinguió pronto entre lo importante y lo necesario, que no siempre es lo mismo, o quizás no calificamos de importante a lo que verdaderamente lo es. La importancia del teléfono móvil llegó pasados cuatro meses...

Esto es lo que las lecturas de este domingo nos recuerdan. Nos ha tocado vivir en la sociedad del poseer y parece que cuantas más cosas tenemos, mejor; pero no hace falta rebuscar mucho para ver que cuanto más tenemos, más nos aislamos, más nos ocupados por asegurarnos enrocándonos en nuestro propio castillo. De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. Toda una lista que ata al hombre viejo.

Por Cristo, nos recuerda san Pablo en la Carta a los Corintios, hemos sido revestidos de hombres nuevos y como tales hemos de dejar atrás todas las ataduras humanas y descubrir los bienes no para guardar sino para servir, para convivir, para comunicar.

La idea de la primitiva comunidad eclesial apostólica, aquello de lo tenían todo en común del Libro de los Hechos de los Apóstoles, suena hoy a estratosfera en nuestro mundo y casi a Antiguo Testamento dentro de la propia Iglesia. El ambicioso acaparar obliga a poner cerraduras, la desconfianza a colocar cámaras de seguridad o vigilantes... De vez en cuando saltan a la prensa establecimientos varios que dejan sus "sobras del día" disposición de quien lo necesite, sobras que estaban destinadas a la basura por no haber sido consumidas bajo pago en el propio día. Los alimentos que diariamente tiran los supermercados y grandes superficies son escandalosos en la situación social actual.

Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Esa es la idea del Evangelio, poner el sentido en lo fundamental. El hombre viejo apegado al mundo y a las cosas del mundo, el hombre nuevo, por Cristo, da muerte a todo lo terreno que hay en vosotros. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Almacenar, almacenar, almacenar... Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23
Salmo 89 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11
San Lucas 12, 13-21

Fr. J.L.

Avaricia (1600) de Jacob Mathan (1571-1631)
Grabador y dibujante holandés

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