VIII Domingo del Tiempo Ordinario (A)
Si un tema recorre las lecturas de este domingo es, sin duda, la confianza.
Confiar en Dios como en una madre, más que en una madre.
Confiar en Dios, juez y criterio de nuestro obrar, en quien tenemos confianza y debemos fidelidad.
Confiar en Dios, sabiendo que sólo Él llega hasta el final de todos y de todo.
Confiar en Dios que es la luz que ilumina nuestras tinieblas.
Confiar en Dios, no en el dinero, el poder o el tener.
Confiar en Dios que apacigua nuestros agobios, muy humanos por otra parte.
Hace pocos días, hablando con unos sacerdotes diocesanos salió el tema de la paga del clero y la falta de fondo a corto tiempo... decía uno de ellos "hay que ver el tema con ojos evangélicos". Al leer el Evangelio de hoy pienso que los pájaros y las flores del campo tienen más criterios evangélicos que muchos cristianos, muchos curas, muchos de nosotros. Confiar en Dios.
No es cómodo vivir al día, no es fácil, es casi imposible no buscar seguridades, pensar en el mañana, acumular... por si acaso, confiar en nuestras fuerzas, agobiarnos...
Dios y el dinero, uno de los varios binomios imposibles, parejas enfrentadas, que aparecen en el Evangelio. Dos Señores dispuestos a gobernar, dos fuerzas contrapuestas e imposibles de reconciliar. Confiar en uno mismo, posibles, fuerzas, teneres... o dejarnos en las manos de Dios.
Descansa sólo en Dios, Alma mía.
Feliz Domingo
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