XVI Domingo del Tiempo Ordinario (B)
El Evangelio de hoy nos remite al de el
domingo pasado, en el que los apóstoles eran enviados a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban. Hoy, ya de vuelta, comentan con Jesús todo lo que habían hecho y enseñado. Y vemos un
Jesús muy humano, entrañable, les dijo: Venid
vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. Esa misma
invitación, Jesús nos la hace a cada uno de nosotros, Venid vosotros solos a un sitio tranquilo, venid a mi redil, formad
parte de mi rebaño, saciaos de mi Pan y mi Palabra. Porque hoy, como entonces,
la multitud anda como ovejas sin pastor, necesitada
de un mensaje de vida, de una palabra de verdad, de milagros, de alegrías y
caricias, de esperanza para seguir caminando, de sentido en su vida. Y Jesús se
enternece, le da lástima la gente que busca -a veces sin saberlo-verdes
praderas y fuentes tranquilas donde saciarse
de Dios.
Ser del rebaño del Señor no es ser "borrego",
en el sentido más peyorativo del término. Ser del rebaño del Señor es
participar de su vida y de su reino, es hacerse Cristo para los otros y
encontrar a Cristo en el prójimo y en el próximo.
Pero ay de los pastores que no hacen bien
su trabajo -nos recuerda el profeta Jeremías en la primera lectura-. A lo largo
de la Historia de la salvación el Señor suscitó profetas, sacerdotes, reyes,
videntes, viudas e incluso niños en los que puso su palabra en sus bocas, su
fuerza en su corazón, el reclamo en sus vidas y fueron para sus vecinos el
grito de Dios. Guías del pueblo que hacían y decían lo que el Señor les mandaba
hacer y decir; guías que llevaban al pueblo por los caminos de Dios y por ellos
sentían su palabra, su obra, su caricia... Hoy, seguro que todos, podemos poner
cara a buenos pastores, pastores con olor
a oveja en ocurrente y repetida frase del Papa Francisco. El buen pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10, 11)
Ojala los pastores pusieran, pusiésemos, en práctica el Salmo 22, todos
sentiríamos la misericordia entrañable de Dios en nuestras vidas.
El Señor es mi pastor, nada me falta. El Señor es el
único Pastor -de quien todos los pastores deben ser imagen-, es reconciliación y unión, es paz, es cercanía -nos dice la Carta a los
Efesios (segunda lectura)-. Con su muerte en la Cruz ha dado muerte al odio, a la división, a las dudas... El Señor es mi
pastor, nada me falta. ...Quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta. (Del "Nada te turbe"
de Santa Teresa de Jesús).
Fr. J.L.
Jeremías 23, 1-6
Salmo 22 R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
A los Efesios 2, 13-18
Marcos 6, 30-34
La entrega de llaves (s. XVI) Raffaelo Sanzio
Victoria and Albert Museum (Londres)
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