XIV Domingo del Tiempo Ordinario (B)
La misión del enviado por Dios es
anunciar su mensaje. Sea escuchado o desoído ya es misión del receptor de la Palabra. Te envío para que les digas: "Esto dice
el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso,... sabrán que hubo un
profeta en medio de ellos. Ser vocero del Señor no suele ser fácil ni
agradable, escuchar lo que el Señor nos dice por sus enviados tampoco. Bien
parece que el Señor, sus mensajeros, son casi siempre inoportunos.
Pero cuando uno es enviado por el Señor
no debe esperar la paga de los hombres, el: te
basta mi gracia, dicho a San Pablo, resuena en los oídos de todo enviado
por el Señor. Si la misión evangelizadora dependiese de los humanos, de sus
propias fuerzas, hace tiempo que esta barca (Juan 3, 14-21) se hubiese hundido en lo más profundo
del olvido. Dios ha
escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido
lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte (1ª Corintios 1, 27)
Y con eso, eso poco, eso necio, eso débil, el Reino de Dios da fruto entre
nosotros.
"Te
basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad". Por eso, muy a
gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos,
las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo.
Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte. Las palabras de San Pablo no necesitan glosa. Cristo
siempre centro, es la fuerza y el sentido de la evangelización, su protagonismo
es único y total; todo vale nada a su lado, ni los parabienes ni las mal dadas.
Cristo es el Enviado (con mayúscula) de
Dios. Y es en su propio pueblo donde su conocidos en vez de ver las obras del
Padre en Él, se quedan en lo menos importante. Este que es igual que nosotros,
que ha vivido con nosotros que le conocemos de sobra...¿De dónde saca todo eso? Traducido al hoy: ¿por qué este hace esas
cosa y yo no?... y una vez que hemos metido el YO por medio se acabó la
partida. Dicen los Padres que la envidia fue el pecado que nos expulsó del
paraíso y sigue siendo la envidia la que nos ciega ante las obras buenas, la
sabiduría, el bien hacer, todo lo bueno de los demás, y más si son conocidos de
siempre. En vez de encontrar motivos de acción de gracias a Dios por las obras
que hace en los otros, rápidamente les hacemos nuestro espejo y si nos supera
lo arreglamos con el desprecio. El texto evangélico dice: Y esto les resultaba escandaloso... Y se extrañó de su
falta de fe...
Verlo todo desde la fe y confiar en la
gracia son las únicas herramientas útiles para trabajar en el Reino; si
pretendemos que nuestras propias fuerzas abran caminos o corazones y tiren
muros o ideologías está cantado el fracaso. Te
basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.
Fr. J.L.
Ezequiel 2, 2-5
Salmo 122 R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia
2ª Corintios 12, 7b-10
Marcos 6, 1-6
Salmo 122 R/. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia
2ª Corintios 12, 7b-10
Marcos 6, 1-6
Jesús entre los doctores (1560). Paolo Veronese
Museo del Prado (Madrid)
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