XV Domingo del Tiempo Ordinario (B)
La elección del Señor y el encargo mandado
al enviado en ocasiones son incómodos, tanto para en mensajero como para el
receptor de la palabra. Amós estaba muy tranquilo con su vida ordinaria, con
sus cosas de cada día, sus higos y su rebaño..., y el Señor la envía y la
Palabra del Señor es rechazada, parece ser que por en bajo nivel del enviado,
pero el Señor se usa de quien quiere, como quiere y cuando quiere, aunque no
sea "oficialmente" correcto a los ojos de los hombres, o de la
jerarquía... ni perfecto en su formación, ni hasta 100 por 100 ortodoxo. Dios
elige, Dios envía y en el defecto del enviado encontramos la perfección del
Mensaje.
El Salmo responsorial (Salmo 84) está
lleno de encuentro con el Señor, de su misericordia hacia con todos: paz, salvación
gloria, fidelidad, justicia, paz, lluvia
de abundancia, fruto que sacia...
todo habla de la armonía que da el encuentro con el Señor. Ser elegidos para estar con Él es el gran regalo que Dios
nos hace cada mañana, pues a poco que nos acerquemos sólo podemos recibir por
su parte bienes.
Elegidos desde siempre por el Amor, a ser hijos en
el Hijo; redimidos, perdonados, herederos, todo gratis, todo por
amor, todo por dejarnos amar. Todo y todos recapitulados en Cristo, origen y fin de todo, sentido de todo.
Nuestra respuesta, la alabanza, la alabanza personificada en nosotros como
criaturas perfectas llamados para que
fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
El Evangelio nos
habla también de elección y envío. Los apóstoles fueron enviados por Jesús de
dos en dos, como pequeñas semillas pero siempre en comunidad, de dos en dos,
con poder y autoridad. Ese es el
equipaje del enviado por el Señor: la fe y su poder; todo lo demás sobra, o
mejor, estorba para la misión... como diría Machado hablando del último viaje:
Y cuando llegue el día del
último viaje,
y esté al partir la nave que
nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo
ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos
de la mar.
El
Liberal, 1 de febrero de 1908, sin título.
Campos
de Castilla, Madrid, Renacimiento, 1912.
(Última estrofa)
Cuántas veces,
cuántas cosas se nos pegan en el camino de la vida -que no nos llevaremos de
este mundo-; en el camino de la misión -que nos estorban apara podernos dar
totalmente-; en el camino espiritual - sin querer reconocer que son siempre
apegos humanos y materiales-. Lastres que impiden la misión y un testimonio
coherente.
Cuentan
que en buscador espiritual en una de sus peregrinaciones pasó cerca de un
monje-eremita con fama de santo y fue a visitarlo. Cuando entró en su celda se
sorprendió y le preguntó: ¿Dónde están tus pertenencias? El monje a su vez le
pregunto: ¿Y las tuyas? El peregrino le explicó que iba de camino, que no podía
cargar con muchas cosas,... Y el monje le contestó: Yo también.
Historias
de los Padres del Desierto
Predicar la conversión, echar demonios, curar
enfermos... hacer presente el Reino de Dios. Esa es la misión, ese es el
envío... id.
Fr. J.L.
Amós 7, 12-15
Salmo 84 R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Efesios 1, 3-14
Marcos 6, 7-13
Salmo 84 R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Efesios 1, 3-14
Marcos 6, 7-13
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