jueves, 20 de enero de 2022

Un blanqueo…

 II Domingo de Adviento (Ciclo C 2021)

 

Baruc 5, 1-9

Salmo 125            R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Carta a los Filipenses 1, 4-6. 8-11

Lucas 3, 1-6

 

Dios viene. Su llegada a nosotros debe ser un cambio de vida, y un cambio total. Se terminó el duelo y la pena, la tristeza y el miedo, si Dios nos llega sólo podemos ser reflejo de su gloria, sobrante de justicia, rezumado de paz.

Nosotros lo esperamos. Y la espera debe ser activa, como cuando esperamos a alguien deseado y amado a quien hace tiempo que no vemos, o a alguien importante que trae beneficios... los montes se aplanarán los valles se rellenarán, los árboles aromáticos le harán sombra y perfumarán su camino...

Dios guiará a su pueblo con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia... Gloria, misericordia, justicia. Este es el grito de todo hombre y de todo pueblo. Esto es personalizado en el Dios hecho hombre, el Dios que nos viene. Por eso con el salmista podemos gritar: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Su fruto, la justicia, que viene por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. Quien inició en vosotros la buena obra, la llevará a término. Esta frase escrita por san Pablo, la copia San Benito en la Regla de los Monjes y es usada tanto en el rito de la profesión monástica, como en el de ordenación, esta frase resume el cambio que debemos reflejar tras nuestro encuentro con el Dios que viene, por que Él es el sentido de nuestra vida, quien la conduce y su final, de su mano alegría y luz de su gloria, con la misericordia y la justicia...

El Evangelio nos sitúa en un punto concreto de la historia. La cita cronológica de autoridades civiles y religiosas coloca a Juan, el precursor, y por el a Cristo en un momento y un lugar fiable. Su grito, el anuncio de un esperado Salvador al que hay que preparar caminos y prepararse interiormente: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios. Muchos recordaréis una película ya con unos cuantos años, de 1953, titulada Bienvenido, Míster Marshall de 1953. En ella esperando las prometidas ayudas de Estados Unidos, el llamado Plan Marshall, para la reconstrucción de los países Europeos devastados tras la II Guerra Mundial. En los preparativos de semejante visita todo el pueblo derrocha imaginación y medios para que todo esté a gusto de los visitantes, calles, casas, fiestas… Casi setenta años después estamos –socialmente- en las mismas, esperando las ayudas europeas para remontar la crisis del Covid.

Pero volvamos al Evangelio, Palabra de Dios viva y eficaz, Palabra siempre actual y hoy proclamada para nosotros, situando el grito de Juan en nuestro momento presente, por que el todos verán la salvación de Dios nos incluye, como incluyo a los que en su momento escuchaban su mensaje profético, como ha incluido a las generaciones y generaciones que temporalmente nos separan y a las que están por venir.

Pues a nosotros, es Dios mismo quien nos viene y lo exterior le da un poco igual.  Adecentemos los accesos a nuestra alma, podemos ramajes que estorban, limpiemos nuestras lindes, desbrocemos malezas enmarañantes...

Hagamos de nuestra alma y de nuestro corazón un espacio acogedor al Dios que viene.

Maranatha, ven, Señor, Jesús.

 

 

fr. jl

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