XXXII Domingo del Tiempo Ordinario (B)
Primer libro de los Reyes 17, 10-16
Salmo 145, 7.8-9a. 9bc-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor
Hebreos 9, 24-28
Marcos 12, 38-44
Tres viudas aparecen en los evangelios, otras cuantas en el resto de los textos bíblicos, hoy nos han hablado de dos. La viuda bíblica es prototipo de pobreza y abandono en la sociedad judía: por mujer y por viuda, a la vez que predilecta de Dios y protegida de forma especial por la ley.
Y tres son las veces que los textos evangélicos hablan de cómo miraba Jesús a sus interlocutores o las circunstancias, como en el texto de hoy.
La manera de mirar de Jesús es muy diferente de las nuestras, casi siempre superficiales. Jesús mira, contempla y comprender el corazón y la vida de las personas con las que se cruza. Es la suya una mirada de amor, contemplativa, abierta a la sorpresa, que no juzga de primeras, que acaricia, que da confianza, que busca el valor en cada uno. Va mucho más allá de lo que hoy llamamos «empatía» y «simpatía». Aquella mujer viuda, marginada, sin derechos, invisible para la mayor parte del mundo, es sacada de su anonimato por Jesús entre la gente que se cree rica, sabia, importante, elegante, y prestigiosa... los que se creen mejor que el resto.
Y aprovecha la ocasión e invita a los discípulos a fijarse en ella, mirándola con «otros ojos», y se la propone como modelo. Una mujer que estaba cumpliendo generosamente con lo que ella consideraba su obligación. Quizás podría haber pensado: ¿para qué echar estos dos céntimos al ya opulento Templo?, ¿qué son estas dos monedillas comparadas con las cantidades que echa toda esa gente importante? Podría haber considerado que ella las necesitaba más que nadie para vivir, en palabras de Jesús. Pero ella sentía que tenía que dar ese poco o mucho -dependiendo de quién lo vea-, como signo de su confianza y de su entrega a Dios.
Lo poco es mucho para el Reino de Dios, con lo escaso que llena, que desborda, que dura, que no faltará.
Dios no es fachada, es cimiento, fundamento.
¡Cuidado con los escribas! -es frase de Jesús y argumento repetido por los profetas a lo largo de la historia de Israel-, cuidado con los que dicen y no hacen, con aquellos que su vida no irradia Evangelio. Cuidado con los que solo son fachada... y al menor aire se desploman sobre con -quien con buena fe- espera a su vera Palabras de Vida. "Las apariencias engañan" como casi siempre el refranero popular acierta... proporcionalmente es mucho más fuerte una hormiga que un elefante. Fuerte no es lo mismo que pesado; brillante no es siempre valioso; leído no tiene por qué ser aprendido.
En lo humano se queda su paga y, casi siempre, en lo humano termina su recuerdo.
Los de sólidos cimientos, son los que se dan en vez de dar cosa, bienes o dineros; los que se entregan en servicio a los demás; los que ponen al otro antes del yo;... Como la viuda de Evangelio que da lo que tenía para vivir; como la viuda de Sarepta, que se quitó de comer ella y su hijo para ofrecer su pan al profeta del Señor... Estos son los que no esperan de los hombres, sino que confían ciegamente en Dios; estos son los que quedan para siempre, los que la historia recuerda, los que la fe ensalza, Los que anteponen a un Dios que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. Estos son los que se fían de Dios sin contrapartidas.
Cristo se ha manifestado una sola vez y su recuerdo, y su presencia dura veinte siglos después. Su salvación es eterna, de una vez para siempre. La segunda vez vendrá en gloria.
Día de la Iglesia Diocesana.
fr. jl
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